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Una luz en la oscuridad - Cap.94

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La cazadora desapareció en un brillo blanco-azulino y al abrir los ojos se vio a unos metros del portal de entrada a la bóveda del asesino.

Eirena: ¡Alice! ¿Has visto a Natasha? Pensé que había salido primero, pero no la encontramos acá afuera.
Alice: La princesita decidió quedarse a luchar con el guardián.
Kormac: ¿Que hizó qué? ¡Debemos volver en su busca!
Coyolxauhqui: ¿Se quedó a pelear? Buuu. Yo también quiero ir.
Lyndon: Si miran a su alrededor un momento notarán que no hay obelisco de entrada.
Gilgamesh: Esa niña caprrichosa sigue siendo exasperrantemente irresponsable.
Alice: No te molestes en ir, Kormac. Aunque probablemente llegues donde ella si no encuentras enemigos, no lo conseguirás a tiempo.
Eirena: ¿Estás diciendo que ella va...?
Alice: No necesariamente, pero seguro que al llegar allá uno de los dos ya ha caído. No hay necesidad de molestarse en ir.
Kormac: ¿En verdad quieres que esperemos aquí?
Alice: Iré a dar una vuelta a ver si encuentro algo que nos indique la ubicación del segundo vial. Esa es nuestra misión. Lo que sea de ella no me importa mucho.
Eirena: No digas eso.
Itzlacolihque: Hablas con rabia en tu corazón, pero veo la preocupación en tus ojos.
Lyndon: Bueno, creo que ella era quien traía la cabeza de Kall.
Alice: Sí... Supongo que viva o muerta seguirá dándonos problemas.

La cazadora emprendió la marcha, liberando a su cuervo y su araña para que la ayudaran a buscar alguna pista. Coyolxauhqui la acompañó con sus mascotas. El resto quedó cerca del portal de entrada, esperando.
Luego de un rato largo un brillo intenso y un sonido sordo marcaron la llegada de la arcanista. Traía sus ropas algo quemadas y venía cubierta de polvo. Su media sonrisa indicaba que, aún a pesar de estar satisfecha por haber derrotado al guardián, no le había resultado tan sencillo como esperaba.

Eirena: ¡Natasha, estás bien!
Natasha: Pues claro, ¿qué esperabas?
Lyndon: Bueno, quizás que trajeras algún recuerdo de ese guardián. Algún anillo o quizás un amuleto.
Natasha: Para ti sólo habría un par de huesos.
Lyndon: Vamos, merezco algo mejor.
Gilgamesh: Natasha, tus actos son irresponsables. No puedes arriesgarr así al grrupo ni a ti.
Natasha: Por eso decidí quedarme yo sola. Para que ustedes estén a salvo.
Kormac: Pero no fue lo correcto. Estábamos preocupados por ti.
Natasha: Pues no era necesario.
Eirena: Es verdad, Natasha. Kormac iba a entrar de nuevo en tu busca.
Natasha: ¿En serio? Gracias por la preocupación, Kormac, pero de nuevo, no era necesario.
Lyndon: ¡Y qué bien que no entró! Seguro que entraba, tú salías y él se perdía dentro. Hubiese sido divertido, aunque sólo por un rato.
Kormac: ¿Qué crees que soy, truhán? ¿Acaso un niño?
Lyndon: No, sólo decía que hubiese sido divertido.
Gilgamesh: Hasta que hubieses tenido que irr a buscarrlo.
Lyndon: ¿Ah? ¿Y por qué yo?
Eirena: Eso no importa. Lo bueno es que estás bien y podemos continuar.
Itzlacoliuhque: Pero primero Alice ha de volver.

No pasó mucho rato hasta que la risita alegre de Coyolxauhqui hiciera notar su regreso.

Natasha: Vaya, vaya. Al fin la exploradora ha vuelto. Ya nos estábamos cansando de esperar.
Alice: ¡Mira quien habla! Fue por tu culpa que tuvimos que quedarnos parados aquí en primer lugar.
Natasha: No podían avanzar sin mí, ¿eh?
Eirena: No podíamos dejarte aquí, Natasha.
Kormac: Así es. Sería indigno abandonar a una compañera.
Alice: Pero tendré en cuenta la opción la próxima vez.
Gilgamesh: Bien, ahorra que estamos todos...
Lyndon: Entonces, ¿hallaste algo de valor por ahí?
Coyolxauhqui: Sip. Encontré estos pelos antiguos y también conseguí unas cuantas colas de escorpión.
Lyndon: Dije «algo de valor».
Coyolxauhqui: Es valioso. Y también muy útil. Del aguijón de la cola de un escorpión se puede sacar suficiente veneno para muchos dardos y con los pelos...
Itzlacoliuhque: Él no hace rituales, hermana. Por ahora su interés sólo es el oro.
Coyolxauhqui: ¿Las moneditas amariillas? Hmmm, creo que vi algunas, pero estaban muy sucias, así que las dejé donde estaban.
Lyndon: Bueno, bueno, parece que realmente esta chiquilla se preocupa sólo de lo importante.
Alice: Igual que tú, ¿no es así?
Lyndon: Pues claro. Mi principal preocupación es que todas ustedes se mantengan sanas y hermosas.
Natasha: ¿Sigues soñando con eso o es que ya sólo te preocupan los tesoros que encontremos?
Lyndon: Mientras haya vida habrá esperanza... Aunque la verdad es que anda algo baja. Últimamente sólo hemos estamos yendo de un cementerio a otro.
Gilgamesh: Esto no es un cementerrio.
Lyndon: No, pero de todos modos está lleno de muertos vivientes. Aunque algo delgaduchos, para ser sincero.
Natasha: Los prefiero así. Se rompen más fácil y no te manchan la ropa con restos putrefactos.
Alice: Otra que se preocupa de minucias solamente.
Itzlacoliuhque: Entonces, ¿hallaron alguna pista durante la exploración?
Coyolxauhqui: ¡Sip! Cuando volvimos habían muchas huellas de pisadas.
Kormac: ¿En serio aún estaban conservadas después de todo esos siglos?
Alice: Esas eran nuestras propias pisadas, Coyo.
Coyolxauhqui: Oh.
Natasha: Pues vaya decepción. Mejor escojamos una dirección antes que terminemos junto a Kall en esta tumba.
Alice: Por cierto, ¿tu amigo el decapitado aún no ha dicho nada?
Natasha: Nada útil. Se calla en cuanto le preguntamos la ubicación del otro vial.
Alice: Al final resultó menos útil de lo que pensé. En fin. Movámonos.
Lyndon: Bien, de vuelta al desierto abrasador hacia otra tumba. Espero que esa tenga más riquezas.
Gilgamesh: Rrealmente disfrrutas el saquearr tumbas, ¿no, Lyndon?
Lyndon: No es agradable, pero puede ser bastante lucrativo en ocasiones. Por cierto, ¿Quisieras que te entierren en una tumba al morir?
Gilgamesh: En Ivrogod quemamos a los muertos en pilas de madera.
Lyndon: Oh. (Bueno, tampoco es que el calvito tenga mucho de valor). ¿Que hay de ti, Naty?
Natasha: Por supuesto. Será un mausoleo ostentoso y gigantesco. Y por si acaso, conjuraré bastantes magias para protegerme de saqueadores.
Lyndon: Pues, suena como un grato momento. ¿Que hay de ustedes, chicas?
Itzlacoliuhque: No es necesario. Cuando muramos, nuestro espíritu pasará al Mbwiru Eikura.
Lyndon: ¿Y tú, Alice?
Alice: Eso no importa. Sin duda me pudriré donde sea que caiga. Y lo mismo te pasará a ti si no te callas.
Lyndon: Auch. ¿Por qué te enojas si no he hecho nada?
Alice: Me está dando dolor de cabeza tu parloteo. Además que en el fondo lo que dices no es más que «oro, oro, oro».
Lyndon: Bueno, si prefieres también puedo hablar de...
Alice: Por favor, cállate.
Natasha: Jajaja. La chica-flecha suplicando a Lyndon. Esa es nueva.
Alice: ¿Ahora seguirás tú?
Eirena: Por favor, chicas.
Lyndon: Sí, no es necesario que peleen por mí. Puedo estar con ambas.
Natasha: Como si a alguien le importaras.
Lyndon: Dicen que soy mal tipo, pero nadie tuvo que aprisionarme y desmembrar mi cuerpo. Un poco de contexto vendría bien.
Alice: ¿Sugieres que luego de tratar con Kall continuemos contigo?
Lyndon: Pues a él le perdonaron todo lo que hizo. ¿Por qué a mi no?
Coyolxauhqui: Hmm, aún te ves entero.
Alice: Sí, y si lo que quieres es seguir así mejor no nos des más ideas, Lyndon.

A medida que se iban adentrando a la zona más reseca del desierto la cantidad de enormes esqueletos iba aumentando. Llamó la atención de Alice un grupo de enormes cráneos de unos cinco a ocho metros de diámetro semienterrados en la arena, pero dispuestos de manera tal que parecía que miraban al cielo. Curiosamente, enormes dientes habían sido clavados en la arena a su alrededor. La muchacha desenfundó sus ballestas lentamente.

—¿Ocurre algo, Alice? —preguntó la hermetista al notar el cambio de actitud de la cazadora.
—Sólo precaución. Rodeemos este sitio.
—¿Qué? —interrumpió la arcanista— ¿Te dan miedo los cráneos?
—Iremos más rápido si evitamos los enfrentamientos.
—Bah, tampoco es que nos tome tanto. Menos si los acabo de un golpe.

Y diciendo eso, la taumaturga cargó un orbe arcano en su mano antes de lanzarlo contra uno de los cráneos. Sin embargo, contrario a lo que esperaba, éste no estalló en pedazos y resistió su conjuro. Numerosos quejidos lastimeros se escucharon y un instante después emergieron de aquellas fauces eternamente abiertas una enorme cantidad de penitentes putrefactos.

—«Estoy aburrida de tanto caminar. Mejor retrasémonos más buscando monstruos con los que luchar». Muchas gracias, princesita.
—De acuerdo. Me encargaré de ellos para que no llores, chica-flecha.

Los guerreros cargaron al frente para detener a la horda. Kormac embistió a un par con su escudo en tanto Gilgamesh utilizó su estilo de ola incapacitante para afectar a la mayor cantidad de enemigos posible. Sin embargo, los penitentes, aparte de su gran número y aún en su estado lamentable de descomposición, eran bastante ágiles y se movían con rapidez, por lo que muchos consiguieron flanquear a los aventureros en vanguardia y se dirigieron hacia las chicas en la retaguardia. Eirena rechazó a unos cuantos con un empujón enérgico mientras Alice esquivó el ataque de tres de ellos con una voltereta hacia atrás al tiempo que dejaba caer abrojos. Al aterrizar sacó su ballesta, le acopló un cargador especial y realizó un disparo múltiple. La descarga de flechas acabó de inmediato con los atacantes y con un par más de penitentes que se había acercado. Las mascotas de Coyolxauhqui se encargaron de detener a todo el flanco izquierdo en tanto las de Alice se encargaron de distraer a las otras. Natasha lanzó dos orbes arcanos, pero fueron evitados por los penitentes debido a su, en comparación, lento movimiento. Viendo que los enemigos estaban muy dispersos, corrió hacia la línea delantera, donde Kormac y Gilgamesh aún resistían. Varios penitentes habían caído y sus interiores venenosos habían sido liberados, pero aún así el templario se negaba a retroceder. Acumulando poder arcano en sus pies, la arcanista dio un inmenso salto para pasar sobre los guerreros y liberar una onda impactante al aterrizar. Sin embargo, en ese mismo momento el monje focalizó un eco iluminado para luego asestar una feroz patada a la campana de luz. Tanto ésta como los penitentes salieron despedidos varios metros hacia atrás. Muchos de éstos últimos perecieron por el impacto y sus torsos empezaron a abrirse al perder su resistencia. La arcanista farfullaba en voz baja cuando varios de los cadáveres comenzaron a estallar, cubriéndola de restos pringosos y putrefactos, además de llenar el aire de vapores venenosos. Dando un grito mezcla de repulsión y espanto, perdió el control del poder arcano que había acumulado y lo liberó de golpe en un potente estallido, el cual terminó de destrozar los cuerpos y a un par de penitentes que habían sobrevivido al primer impacto.

Gilgamesh: ¡Natasha! ¿Qué haces aquí? Se suponía que estabas en la rretaguarrdia.
Natasha: ¡ARGGHHH! ¿Acaso no miras hacia donde lanzas tus golpes?
Kormac: Eso lo solemos preguntar nosotros. Tú sueles estar atrás.
Natasha: Pésimo trabajo hicieron esta vez. Se les pasó más de la mitad de esos zombis... ¡Y ahora estoy cubierta con sus restos! ¡Arghh!
Lyndon: Uh, parece que a Naty no le fue bien esta vez.
Natasha: ¡Tú cállate, Lyndon!
Lyndon: ¿Hm? ¿Qué dije de malo?
Gilgamesh: Porr cierrto, Lyndon. ¿Dónde estabas? No te vi en la lucha.
Lyndon: ¿Yo? Me adelanté para buscar pistas de donde podría estar el otro trozo de Kall.
Kormac: Sólo huyó de la batalla como un cobarde.
Lyndon: Sabes que no soy así. En caso contrario, ya no estaría con ustedes.
Gilgamesh: No pudimos contenerrlos a todos como decías, Natasha. Perro porr lo que veo, los demás no tuvierron tantos prroblemas como insinúas.

Efectivamente, la cantidad de mascotas en el grupo había conseguido distraer a buena parte de los muertos vivos, permitiendo a los demás enfocarse en enfocarse en uno o aprovechar el caos para causar más daño. Ya sólo quedaban un puñado, de los cuales uno estaba siendo devorado por los perros de Coyol, otro había sido aturdido por un picotazo de Hawken para luego ser ejecutado por una ráfaga de proyectiles en tanto otros habían sido capturados por una masa de telaraña lanzada por Patitas. Dos penitentes habían huído inicialmente, pero luego decidieron volver a la carga, momento en el que fueron destrozados al ya haber caído sus compañeros.

Lyndon: ¡Y así es cómo se hace!
Alice: No hables mucho, que tu aporte fue mínimo en esta ocasión.
Lyndon: Eh, pero si yo estaba...
Alice: No me importa. Debemos continuar.

Luego de varios minutos de caminata, durante los cuales la arcanista se esforzaba en limpiar sus ropas, comenzaron a hallar pequeños charcos de brea. Al principio no les daban mucha importancia, pero a medida que avanzaban iban hallando más y más grandes, obligándoles a tomar rodeos cada vez más largos. Coyolxauhqui los seguía un poco más atrás, instando a sus mascotas a avanzar, pues estaban empezando a sufrir los efectos del intenso calor, debilitándose rápidamente.

—Cuidado con los pozos de brea —advirtió la hermetista mientras pasaban a través de un estrecho sendero entre dos grandes charcas
—¿Por qué? —inquirió la arcanista, algo extrañada de la obviedad— ¿Me pasará algo si los piso?
—En realidad no, pero se te mancharán las botas.
—Claaaro. No querrías que tus caras y finas botas se manchen con sucio lodo, ¿no, Natasha? —dijo Lyndon en un tono burlón.
—Y tú no querrías que esa bonita cara tuya tenga una gran quemadura, ¿no?
—Gracias por el cumplido, Naty. Sabía que terminarías fijándote en mí.
—Considerando que pareciera que ambos compiten por quién se hace notar más, no es de extrañar —interrumpió Alice.
—Jaja, ya se puso celosa la chica-flecha.
—¡Ya córtala con eso!
—Jajaja, además...
—¡Hermanita! ¡Ayuda!

Los aventureros se voltearon y vieron a Coyolxauhqui en medio del lodazal, semienterrada hasta la cintura y luchando por salir.

—¿Qué haces allí, hermana?
—Mis perritos no aguantaban el calor y Mmajida se lanzó al barro para refrescarse, pero luego no pudo salir y...
—Y te metiste a sacarlo y ahora quedaste atrapada tú —terminó la frase el truhán.
—Uhmm, sí.

Luego de un rato de estar observando, el jayán se decidió ayudar a su ama, pero, como los demás se esperaban, tampoco pudo dar más de unos pasos antes de quedar empantanado en la ciénaga.

—Ay, ay ¿por qué debí unirme a esta banda de idiotas? —se quejó en voz baja la cazadora, con una expresión de frustración en el rostro.

Luego de un rato consguieron sacar a la santera y a sus mascotas del lodazal. El perro zombi que se había lanzado inicialmente quedó bastante deteriorado por el esfuerzo que requirió liberarlo. El jayán no sufrió daños mayores en tanto la pequeña santera se sentía bastante incómoda cubierta hasta la cintura de brea, que por más que trataba no podía despegarla de su cuerpo.

—Hermanita, ayúdame con esto.
—Más allá de las hojas que te entregué para que te limpiaras no puedo hacer mucho más. Necesitarías darte un baño para soltar esa mugre, pero será difícil hallar agua en estas tierras.
—Buuu... No quiero estar así. Me siento sucia.
—Vamos, Coyo —interrumpió el truhán—. No te ves tan mal.
—¿Tú crees?
—Claro. De hecho, te ves más sexy así.

La cazadora le dio un golpe con los nudillos en la cabeza a Lyndon para que se callara. Sin más preámbulos ordenó nuevamente la marcha, ignorando las quejas de la santera y el truhán. El calor del desierto le molestaba. Era afixiante, y sabía que mientras menos tiempo pasaran aquí sería mejor. Echó a volar nuevamente su cuervo por si éste hallaba alguna pista de dónde podría estar escondida la otra parte de la sangre de Kall.
Pasó cerca de media hora en la que no hallaron más que arena, huesos y algunos penitentes y lacunis que trataban de emboscarlos, pero ningún indicio de la sangre.

—Los lacuni eran pacíficos en mi época —comentó Eirena—. Me pregunto qué los enfureció tanto.
—Aún aquí se puede sentir la influencia de Belial —contestó la cazadora sin dejar de mirar al frente—. No es de extrañar que hasta los animales sean afectados.
—Lo haremos pagar por todo lo que ha causado —aseguró Kormac, quien marchaba algo más atrás.
—Supongo que tienes razón —suspiró la hermetista, algo triste—. Las bestias cazaban sólo cuando tenían apetito. Belial corrompió incluso estas tierras... En verdad debemos detenerlo cuanto antes.
—Muy de acuerdo —añadió el truhán—. Pero por mientras iré adelantándome para comprobar el terreno.

Y diciendo eso, echó a correr hacia un costado. Los demás lo quedaron mirando.

Eirena: ¿Crees que haya hallado algo?
Alice: Probablemente vio un cofre o algo así.
Kormac: ¿Cómo puede ser capaz de desviarse de la misión sólo por la promesa de oro?
Natasha: Tsk. Si es así me lo traigo arrastrando si es necesario. ¡Espera ahí, Lyndon!
Gilgamesh: Y ahí va la otrra codiciosa del grrupo.
Alice: (Suspiro) Ya no sé qué hacer con este par...

Desde lo alto de una roca podía verse con claridad un cofre majestuoso. Era bastante grande y se veía bien ornamentado, lo que quería decir que debía haber mucho de valor dentro. El truhán iba a descender por la ladera, pero en ese momento sintió que lo tomaban del cuello de la camisa.

—¿A dónde crees que ibas, Lyndon?
—Ah, hola, Naty. Me pareció ver algo sospechoso y vine a comprobarlo.
—Sí, ya veo. Un cofre muy brillante.
—¿Oh? ¿También había un cofre? No lo había notado.
—¿Crees que alguien te creería eso?
—Es que con todos los remolinos de arena que hay alrededor...
—¿Y bien? ¿Vas a ir a abrirlo o no? ¿Acaso no viniste por eso?
—Bueno, ya que insistes...

Descendieron rápidamente por la ladera. Ésta se encontraba lo bastante inclinada como para que se fueran arrastrando hacia abajo sin esfuerzo. El cofre se hallaba en medio de un enorme claro. Enormes círculos marcados en el suelo lo rodeaban, y de hecho la arena parecía haber sido apelmazada como baldosas de diversas formas, como si formaran una runa gigante. Varios remolinos de arena se movían por toda la zona, sin deshacerse a los pocos segundos como lo hacían los otros. Seguramente duraban tanto debido a lo abierto del terreno... y tal vez también por algún poder mágico que tuviera el lugar.

—Todo indica que esto nos explotará en la cara. ¿No podrías romper el hechizo que hay aquí, Naty?
—No veo rastros de magia más que en el cofre mismo. No te preocupes.
—¿Por eso me haces abrirlo a mí?
—¿Tienes miedo? Yo podría abrirlo, pero seguro que también destrozo lo que sea que haya dentro.
—Bueno, bueno. Veré que puedo hacer...

El truhán se acercó cuidadosamente al cofre y comenzó a examinarlo a distancia. Como preveía, la cerradura no estaba bien asegurada. Dando un suspiro y atento a lo que pudiera suceder, lo abrió de golpe y dio un salto hacia atrás. De inmediato poder mágico salió del cofre y se arremolinó en varias aglomeraciones de energía, que luego de un par de segundos se estrellaron contra el suelo alrededor de él. De las detonaciones emergieron varios derviches desérticos, lo cuales se acercaron a aquel que había abierto el cofre.

—Ya me lo temía —gimió el truhán, reventando una de sus esferas de humo y desapareciendo en la nube que creó.
—¡Eh! ¿Y ahora te vas sin más? —reclamó la arcanista, cargando poder arcano en sus manos.

Al verse sola conjuró esa energía como pequeños orbes los cuales comenzaron a rotar alrededor de ella en órbita arcana. Luego arrojó dos más a los derviches antes de que comenzaran a girar. Una vez estaban rotando, la taumaturga dejó salir un relámpago desde sus dedos, electrocutando a los demonios al saltar el arco de uno a otro. No obstante, el daño que causaba no era suficiente para detenerlos. Esperó hasta que se acercaran un poco más antes de dar un salto y descargar una onda impactante. La repentina explosión de energía consiguió aturdir y detener a los derviches por un momento, el cual Natasha aprovechó para conjurar numerosos filos espectrales. Las hojas de energía cercenaron en pedazos a uno de los demonios, mas los otros dos resistieron. Poco antes que comenzaran a girar nuevamente una flecha arcana hizo explosión, interrumpiéndolos. La muchacha aprovechó el momento para conjurar un torrente arcano prácticamente al frente de uno de los derviches. Éste salió disparado hacia atrás al recibir la avalancha de proyectiles, siendo su carne y sus ropas destrozados en apenas instantes. Su compañero sufrió el mismo destino al ser alcanzado por el torrente una vez que el otro demonio fue aniquilado.
La arcanista no alcanzó ni a relajarse antes que del cofre surgieran tres aglomeraciones más de energía, las cuales dieron un par de vueltas alrededor del cofre, formando tres remolinos de viento y arena, antes de estrellarse contra el suelo. La taumaturga lanzó un par de orbes arcanos hacia esos puntos para evitar que fueran convocados los derviches. Por desgracia no tuvo éxito, así que conjuró una hidra de fuego para ayudarse. El uso continuado de sus conjuros iba mermando rápidamente su poder arcano, y dado que los demonios habían comenzado a girar sobre sí mismos decidió mantener las distancias. Sin embargo, con los nuevos remolinos que se habían creado ello se hacía más difícil, pues tenía que esquivarlos también. Ante la duda de cómo reaccionarían los derviches a fuertes vientos, la muchacha conjuró sus propios ciclones energéticos y los hizo avanzar contra ellos. Como temía, aunque éstos rajaban las ropas y desgarraban la carne, se veía que debido a su rotación eran bastante resistentes a este tipo de daño. Sin embargo, a Lyndon le iba peor, pues ninguna de sus flechas podía acertar limpiamente mientras los derviches estuvieran girando, por lo que su aporte a la causa era mínimo. «Tsk. De todos modos no lo necesito aquí» pensó la muchacha antes de liberar una nueva onda impactante. Entonces, en el momento en que los derviches fueron detenidos, el cuervo de Alice se dejó caer desde lo alto y de un potente picotazo en la cabeza aturdió a uno de los demonios.

—¡Genial! ¡Lo que me faltaba! —se quejó la arcanista.
—Vinimos a ayudarte, chica brillante —dijo Coyolxauhqui, montada en su jayán, quien corría lo más que podía por el claro, aunque fue dejado atrás rápidamente por los perros zombi.
—No era necesaria su ayuda, ¿sabían?
—Deberías ser más agradecida, Natasha —le respondió Itzlacoliuhque, conjurando una multitud de manos macabras debajo de los demonios—. Después de todo, somos compañeros en esta travesía.
—Además, te veías en apurros —añadió el monje, apareciendo detrás del último derviche, asestándole numerosos puñetazos de trueno.

Con el mayor número de aventureros, los demonios no aguantaron mucho tiempo y fueron rápidamente exterminados. No obstante, del cofre se liberó el resto de poder mágico que contenía, convocando un enorme derviche. Éste desprendía un aura de poder a su alrededor, y antes de ponerse a girar lanzó una bola de fuego hacia la arcanista.

—¿Crees que eso me detendrá?

Iba a lanzarle un orbe arcano, pero Kormac se interpuso y bloqueó la bola de fuego con su escudo. La taumaturga, con su proyectil ya creado, se dio impulso afirmándose en el hombro del templario y lanzó el orbe hacia el demonio. No obstante, éste comenzó a girar y su guadaña cortó el proyectil, haciéndolo estallar antes de tiempo. Un par de cuchilas del traje saltaron, pero el daño causado fue mínimo. Kormac cargó con fuerza contra el derviche, pero a pesar de ello no pudo pasar tras el muro de cuchillas y fue rechazado pese a su ímpetu. Entonces, aún girando, el demonio comenzó a bombardear la zona con proyectiles ígneos. Aunque el amplio tiempo de vuelo facilitaba el esquivarlos, la cantidad que lanzaba hacía que tuvieran que estar atentos tanto al cielo como a su oponente.
Las mascotas de Coyo se lanzaron al ataque, pero por desgracia las cuchillas del traje destrozaron a uno de los perros zombi. El jayán sufrió graves heridas, pero de un puñetazo consiguió ralentizar la rotación del demonio. Con la fuerza de Jibri y una gran masa de telaraña lanzada por Patitas lograron detenerlo por completo, momento en que los aventureros atacaron sin piedad. Tanto Kormac como Gilgamesh no dejaban de asestar golpes de martillo y de puño mientras Itzlacoliuhque y Eirena lanzaban sus proyectiles y Lyndon usaba sus flechas especiales para debilitar a su oponente. Natasha quedó atrás, de pie, incapaz de hacer nada, pues nuevamente sus compañeros y mascotas le bloqueaban en ángulo de tiro. De a poco iba acumulando poder arcano en sus manos, más por la rabia que por la verdadera intención de lanzar algo. Comenzaba a acercarse al derviche con la idea de cercenarlo usando filos espectrales cuando un enorme jarrón estalló en la cabeza del demonio, liberando una araña gigantesca.

Natasha: ¿Pero qué demonios?
Coyolxauhqui: Siii. Ahora tengo una reina araña.
Gilgamesh: ¿Rreina arraña?
Kormac: ¡No otra vez ese insecto!
Eirena: No es un insecto, sino un arácnido ♥
Lyndon: Ja, ja, ja. ¿Acaso les tienes miedo, Kormac?
Kormac: ¡Cállate, truhán!

La reina araña comenzó a liberar una infinidad de pequeños arañuelos, los cuales atacaron y cubrieron al derviche, cuyas cuchillas nada podían hacer contra oponentes tan pequeños.

—¿Dónde conseguiste esa araña, hermana?
—Oh, hice lo de la chica flecha: Puse varios objetos mágicos junto a los jarrones de arañas... pero yo quería una mascota que me obedeciera. Ésta... es grande, pero no me escucha.
—Y yo que pensé que ya me podía ir olvidando de estos bichos... —se lamentó la arcanista para sí, un poco más atrás.

En ese momento el derviche se liberó de la telaraña y comenzó a girar rápidamente, destrozando a la araña reina y rechazando a Kormac y Gilgamesh con su traje de cuchillas. Al romper el saco ventral se liberaron de golpe todos los arañuelos, los cuales cubrieron al demonio, aunque no por mucho, pues con el rápido rotar éstos salieron volando en todas direcciones.

—¡Arghh! ¡Y tú también me tienes harta! —exclamó molesta con su oponente la arcanista al saltarle varios arañuelos encima.

Natasha tomó con sus manos el familiar que aún rondaba a su alrededor y comenzó a acumular poder mágico en él. Las pequeñas bolas de magia arcana que orbitaban alrededor de ella comenzaron a girar más rápido y el familiar comenzó a vibrar. Luego de unos segundos la arcanista liberó el poder en forma de un rayo desintegrador potenciado. El continuo rotar del demonio dispersaba parte de él, pero poco a poco sus vestimentas se iban consumiendo. La arcanista entonces concentró aún más el rayo, pero con ello el derviche comenzó a acercarse a ella. Estando apenas a un par de metros ya no pudo controlar más la acumulación y el familiar estalló. La enorme explosión violácea interrumpió al demonio e hizo retroceder a la arcanista. Sin embargo, ésta se recuperó rápidamente y se impulsó hacia su oponente.

—¡Ahora te tengo!

Prácticamente frente al derviche, la muchacha saltó liberando una onda impactante, la cual lanzó a su enemigo por los aires. La taumaturga se preparó para lanzar otro conjuro, pero, aún estando en el aire, el demonio recibió el ataque del golpe de los siete lados del monje, el cual destrozó su armadura. Natasha no esperó a que su objetivo terminara de caer y lanzó un torrente arcano contra él, castigándolo con una gran cantidad de explosiones. A esto se sumaron además varias detonaciones producidas por las calaveras ígneas de Itzlacoliuhque. Al final, luego de algunos segundos de ataque frenético, del enorme derviche sólo quedaba una gran mancha oscura en la arena, además de algunos restos de su ropaje repartidos por doquier.

—¡Bravo! ¡Ya era hora! —dijo con desgano la cazadora, sentada sobre una roca.
—¿Y tú qué haces ahí? —le imprecó la arcanista.

La muchacha bajó de un salto y se dirigió donde sus compañeros.

Alice: Estaba observando el combate.
Lyndon: ¿No deberías de ayudar?
Alice: Normalmente lo haría, pero me figuré que la princesita diría algo como «Su ayuda no es necesaria» o «Puedo hacerlo por mí misma».
Coyolxauhqui: Jeje, pues sí. Eso dijo ♥
Natasha: ¡Claro! Ustedes no dejan de interrumpirme en pleno combate. Y luego se quejan de que mi poder es demasiado y los alcanza.
Alice: Los demás pensaron que necesitarías ayuda. Yo supuse que querrías estar a solas con Lyndon. Por eso me mantuve alejada.
Lyndon: Alejada, pero vigilante, ¿cierto, amor?
Alice: Dime «amor» una vez más y te corto la lengua.
Lyndon: Oh, no seas así. Las amo a ambas. Bueno, a todas.
Coyolxauhqui: ¡Oh, que tierno eres!
Lyndon: Al menos alguien reconoce sus verdaderos sentimientos. ¿Quieres un besito?
Coyolxauhqui: Jijiji, claro. Dale un besito a Abeeku. Está falto de cariño.
Lyndon: ¡Eh, aleja ese perro descompuesto de mí!
Coyolxauhqui: Oye, no te vayas. Abeeku quiere su besito.

Los demás quedaron viendo como huía el truhán de la pequeña santera que aún cargaba su mascota en brazos. Tanto Natasha como Eirena no pudieron aguantarse y soltaron a reir a carcajadas. Alice tan sólo se volteó con una sonrisa.

—Bueno, bueno —se estiró un poco la taumaturga—. Aprovechando que Lyndon está ocupado veamos qué es lo que tenía el cofre.
—Cierto —recordó de repente la cazadora—. Trata de controlar tu codicia. Suele darnos bastante problemas.
—Nada que no podamos manejar, ¿no?
—Tal vez, pero me preocupa más el factor tiempo. Eso es algo que no podemos recuperar.
—Relájate. Después de todo, no sabemos dónde se halla el último vial de sangre de Kall, ¿o sí?

La cazadora no respondió y tan sólo miró hacia otro lado, molesta. Era verdad que no sabían el lugar donde estaba la sangre, pero Natasha no parecía entender que lo mejor era ceñirse a la misión. O quizás si lo entendía, pero para ella el hallar algún tesoro valioso era tan o más importante que la misión misma.
Sea como fuere, la arcanista ya estaba registrando el cofre, desenterrando los objetos de entre la gran cantidad de monedas de oro que había dentro.

Alice: ¿Y bien? ¿Hay algo útil?
Natasha: Hmmm... veo algunos objetos con algo de magia... unos guantes, un casco... pero no es suficiente para nuestro inconmesurable poder. ¡Oh! Esta piedra... es rara.
Gilgamesh: ¡Por los mil y un dioses! ¡Es la Gyana na Kashu!
Kormac: ¿La Gyano-qué?
Gilgamesh: Es una piedrra espirritual legendarria. Solía escucharr sobrre ella en el templo. Perrteneció a un monje antiguo muy poderroso.
Eirena: ¿Y qué hacía esa piedra acá?
Gilgamesh: Prrobablemente haya estado de perregrrinaje. Nunca se supo sobrre su muerrte ni se encontrró su cuerrpo.
Natasha: Entonces debe ser muy valiosa.
Gilgamesh: No hay orro en el mundo que pueda compensarr su valorr.
Natasha: Ni idiota que lo pague entonces, supongo.
Itzlacoliuhque: Debes conservarla, Gilgamesh. Se ve que es importante para tí y para tu gente.
Alice: Estoy de acuerdo. Y con suerte aún tendrá algo del poder de su anterior dueño. ¿Ves algo más, Natasha?
Natasha: Hmph. También hay unos brazaletes, pero creo que los que ya tenemos están bien.
Itzlacoliuhque: Si es así, a mí hermana o a mí nos vendrían bien.
Alice: Cierto. Su protección es demasiado ligera. Tienen demasiada piel a la vista.
Natasha: Jeje. Si Lyndon estuviera por aquí seguro hubiese soltado alguna de sus frases.
Alice: ¿Ya lo extrañas?
Natasha: ¿Eso no debería preguntarlo yo? Como sea, veré si algo más de aquí les sirve a nuestras amigas tribales... Hmmm... Unos cubrehombros curiosos... Oh, estas hombreras laminadas tienen algo de poder también.
Alice: Me vendrían bien esas. Las mías ya están algo deterioradas.
Natasha: Por mí bien. No me gusta mucho su diseño. Prefiero las que tengo.
Eirena: ¿Ves algo más, Natasha?
Natasha: Sí, aquí abajo hay enterrado algo grande. Hmph, ah, aquí está. Hmmm, esta coraza es bastante ligera.
Kormac: Una cota de placas, pero muy ligera. No protegerá del todo de ataques potentes.
Eirena: Jeje. No todos pueden llevar tanta protección como tú, Kormac. No nos podríamos mover.
Kormac: Mi incansable entrenamiento y mi gran voluntad me lo permiten.
Alice: Sí, sí. Ya sabemos. Eirena, creo que dada su ligereza sería mejor para tí. Toma.
Eirena: Gracias, pero... La verdad es que no me acostumbraría. Yo... me siento más cómoda así.
Gilgamesh: ¿Estás segurra? Ya has visto el daño que pueden hacerr los demonios.
Eirena: Lo sé, pero no me podría mover bien con más protección. Además, ustedes siempre son los más atacados, además que suelen protegerme bien ♥
Alice: Sí, pero no te acostumbres demasiado. Ya, Itzlacoliuhque, la coraza va para tí entonces.
Itzlacoliuhque: Agradezco su preocupación por nosotras.
Eirena: Somos un equipo, ¿no?
Kormac: Así es, Eirena.
Natasha: Qué tiernos. Veamos si hay algo más... ¿Hm? ¿Y esto? Parece un trozo de algo...
Kormac: ¡Por la Luz! ¡Es una de las lanzas portadas por los primeros templarios!
Eirena: Parece ser sólo un trozo.
Alice: ¿Estás seguro, Kormac? Tu Orden es bastante antigua.
Kormac: Reconocería este diseño incluso con los ojos vendados. Definitivamente es una de ellas.
Natasha: Pues vaya. Lástima que no puedas detectar las trampas con la misma facilidad.
Alice: Tú no estás muy atrás en ello.
Natasha: Da igual. De todos modos puedo pasar a través de ellas sin problemas.
Alice: Veremos. De todos modos, mientras no nos afecte a nosotros supongo que no habrá problema.
Lyndon: ¡Eh! ¡No me digan que empezaron sin mí!
Kormac: ¡Rayos! ¡Ya volvió ese truhán!
Alice: Estuvimos tan tranquilas por unos minutos...
Natasha: Tsk. Ya, chica-flecha. Esconde el oro. Lo repartimos después.
Alice: Son 6200 monedas. Eso hace 775 monedas por cabeza. Mejor hacerlo ahora.
Gilgamesh: ¿Cuándo hiciste la cuenta?
Alice: Mientras Natasha sacaba las piezas. Prefiero repartir el oro de inmediato. A menos que quieras cargar el cofre por el desierto, Natasha.
Lyndon: Yo cargaré con el oro sin poner objeciones.
Natasha: Me temo que el oro prefiere llegar a destino. Gracias de todos modos, Lyndon.
Alice: ¿Y Coyolxauhqui, Lyndon?
Lyndon: Oh, quedó llorando por allá atrás.
Kormac: ¡¿Te propasaste con una menor, canalla?!
Lyndon: No me propaso con nadie. Sólo les doy lo que quieren, nada más. Bueno, en ocasiones quedan pidiendo más.
Alice: Lyndon, ¿qué pasó exactamente?
Lyndon: La verdad no lo tengo muy claro. Parece que mientras corría con su perro en brazos, éste se iba deshaciendo. Y llegado a un punto se partió por la mitad. Definitivamente esa chica tiene más fuerza de lo que aparenta.
Itzlacoliuhque: Me imaginé que ocurriría algo como eso. Sus mascotas están acostumbradas a un calor más húmedo para mantenerse.
Alice: En fin. Toma tu bolsa de oro, Lyndon.
Lyndon: Eh, vamos. Yo fui quien lo encontré. Merezco un poco más.
Alice: Puedes pedirle a los demás que te den parte de lo suyo. Gilgamesh, toma...

La cazadora comenzó a repartir rápidamente las monedas. Natasha reclamó que no entregaba la cantidad justa al hacerlo así, pero cuando Alice le ofreció que las contara una por una dejó de quejarse y simplemente se alejó. Definitivamente no andaba de ánimos para hacer reparticiones tan minuciosas.
Como el calor nuevamente estaba haciéndose insoportable, la arcanista se cubrió con una ligera capa de escarcha. Dado que ésta se derretía casi de inmediato era una muy buena forma de refrescarse, aunque su arrogancia al hacerlo molestaba un poco a los demás, especialmente a Alice. La cazadora se dio la vuelta y entregó el último par de bolsitas a Itzlacoliuhque. «Para tí y tu hermana» le dijo, para después continuar la marcha mientras tomaba un trago de agua.

—¿No esperaremos por Coyol? —preguntó Eirena.

La cazadora no respondió y simplemente hizo un gesto hacia un costado. Arriba de una duna podía verse a la pequeña santera, acompañada de dos perros.

Lyndon: Pues esta vez se recuperó rápido.
Natasha: Ya se debe estar acostumbrando a perder tantos perros.
Eirena: No digas eso. Debe ser doloroso para ella.
Gilgamesh: Ambas tienen rrazón. Perro lo mejorr parra ella es que no se encarriñe demasiado con sus mascotas.
Lyndon: En serio, deja de decir «perro». Queda muy raro de la forma en que lo haces.
Continúa la búsqueda del segundo vial.



Acto 0: Los comienzos


Acto 1: La Estrella Caída


Acto 2: Mentiras en el Desierto

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Diablo 3 y el mundo de Santuario pertenecen a Blizzard Entertainment. Los personajes son de mi autoría.
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