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Una luz en la oscuridad Cap.67

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Mientras Alice y Kormac reparaban su equipo, Gilgamesh se cruzó de piernas y comenzó a meditar bajo la sombra de una palmera. Natasha y Eirena se alejaron un poco y se sentaron cerca de unos helechos.

—Estoy algo preocupada —comentó la hermetista.
—¿Por qué?
—El mundo se ve muy cambiado en esta era.
—¿A qué te refieres?
—Está cansado... y carga con una gran pena.
—Francamente, no podría decir que puedo sentir eso. Pero sí te puedo decir que noto el aura de Belial asfixiando esta tierra.
—A eso me refería.
—¿Ah? Pensaba que lo decías en un término más general.
—Ji ji ji, gracias, Natasha.
—¿Por qué me agradeces?
—Por comprenderme. Ya no me siento tan rara.
—Las magas somos algo peculiares. Ya lo sabes.
—Es raro que te nombres a tí misma de ese modo.
—Es sólo un modo de generalizar. Ambas somos diferentes en nuestros estilos.
—Pero igual somos amigas, ¿no?
—Pues claro.
—Pero a diferencia de cómo te comportas conmigo, sueles pelear bastante con Alice.
—¿La chica-flecha? Nunca dije que ella fuera amiga mía.
—Pero están juntas de hace tiempo.
—La verdad no tanto como crees. Cuando estuvimos en Tristram dio la casualidad que llegamos al tiempo y que teníamos el mismo objetivo: Encontrar la Estrella Caída.
—Eso parece cosa del destino, así como cuando las encontré a ustedes.
—Pues yo no hice nada tan malo para merecer su compañía.
—No digas eso. Ustedes se han estado cuidando la una a la otra desde que se conocieron, ¿no?
—Pues ella me ha estado estorbando un poco, a decir verdad. Pero sí, he tenido que salvarla en unas cuantas ocasiones.
—¿Ves? Ustedes son diferentes, pero en el fondo también son amigas. Tan sólo tienen que comprenderse un poco más.
—Sigo con mis dudas al respecto, pero... supongo que estaremos juntas en esto por un tiempo más, así que...
—¿Lo harás?
—De acuerdo. Trataré de no discutir tanto con ella.
—Me alegra escuchar eso.
—Tú realmente te sentías mal al vernos pelear, ¿no es así?
—Sí, sentía que no era lo correcto. No era la manera de actuar entre amigas y compañeras.
—Quizás tengas razón. Supongo que es mejor usar esas energías en contra de los demonios.
—Bueno, no me refería a eso, pero supongo que es una manera de verlo...

La cazadora ya había terminado de realizar mantención a sus ballestas y ahora comenzaba a revisar sus virotes. El templario estaba afilando su hacha, pero se le veía un tanto desanimado.

—¿Ocurre algo, Kormac? —preguntó Alice.
—Nada. Sólo... estaba pensando.
—¿En qué? No pareces tener el ímpetu de costumbre.
—Algunas veces, pienso que con una vida más simple hubiese sido más feliz.
—¿A qué te refieres?
—Un granjero no hace grandes obras, pero siembra la semilla y levanta la cosecha en buena hora. Puede encontrarse mucha calma en una tarea tan apacible.
—Ciertamente. Pero no todos estamos hechos para eso.
—Si pudieras empezar de nuevo...
—No pienso en eso. Sólo me importa el ahora.
—Eso es triste.
—Triste sería que desperdiciara esta segunda oportunidad que tuve. Vengaré a los que cayeron y acabaré hasta el último demonio para evitar que más personas sufran lo que yo.
—El odio no es el camino a seguirr, Alice —recomendó en voz baja Gilgamesh, sin abrir los ojos.
—Los demonios no me dejaron mucho más... Y con lo que tenga procuraré llevar a cabo mi tarea.
—El fin puede ser noble —comentó el templario—, pero el modo de llevarlo a cabo no me parece el apropiado.
—Pues éste es mi método —contestó molesta la cazadora, poniéndose de pie—. Si no les gusta, se aguantan o pueden tomar su propio rumbo.

La muchacha avanzó hacia un pequeño claro, desde donde podía observar a su alrededor si se acercaba algún demonio o siervo de Belial. Ya había terminado con los virotes y ahora empezaba a revisar sus granadas cuando escuchó unos leves pasos detrás de ella. Los reconoció casi enseguida.

—¿Encontraste algo interesante que hacer, Lyndon? —preguntó, sin siquiera voltearse—. Ya me comenzaba a extrañar el que no estuvieras por acá.
—Es inevitable. Sé que soy irresistible.
—Es diferente el que me extrañe que no estés acá a que te extrañe a tí.
—Vamos, no puedes negar que este grupo perdería mucho sin mí.
—En eso tienes razón. Nos perderíamos de algunas emboscadas y trampas en las que tú con Natasha nos suelen meter.
—Oh, eso fue como un virote en mi pobre corazoncito.
—Sí, lo que digas. Entonces, ¿terminaste de revisar los barriles?
—¿De qué estás hablando?
—No eres del tipo de persona que se entretendría simplemente admirando la flora.
—Aún no me conoces del todo, Alice.
—Tal vez no.
—¿Y? ¿No te gustaría conocerme un poco más?
—Para empezar, ¿encontraste algo útil?
—Pues no es que los demonios hayan dejado mucho. Aparte de granos, ropa y algunas monedas de oro, no había mucho más que nos pudiera servir.
—Entonces sí estuviste registrando todo el lugar.
—Ah, no. Es que...
—¿Ves que te conozco lo suficiente?
—No, en verdad, estaba buscando más refugiados... como había dicho Eirena. Además, esas monedas ya no le pertenecen a nadie, y para evitar que se pierdan...
—Descuida, no te voy a regañar por eso.
—Hmm, ya no actúas tan hostil conmigo.
—Debe ser porque me he dado cuenta que no vas a cambiar por mucho que me esfuerce.
—¿Me querrías de otra manera?
—Sigue soñando, Lyndon.
—Tengo paciencia. Llegará el día en que caigas en mis brazos.
—Preferiría caer en las garras de algún demonio.
—Ugh... Ten cuidado. Parece que estás desarrollando una relación de amor-odio con ellos.
—No. Simplemente así me dejarían más fácil clavarles un virote en la cabeza.
—Ah, era eso...
—Bien, ya terminé de revisar mis implementos. ¿Y tú?
—No sólo los revisé. También hice algunos ajustes a mi ballesta. Te sorprenderás.
—Bien, así me gusta. Muéstrame que puedes hacer con los próximos siervos de Belial que encontremos.
—Por supuesto. Je. ¿Sabes? Cuando me uní a tí, jamás imaginé que nos hallaríamos aquí matando demonios.
—¿Por qué? ¿Acaso no hay demonios en Puerto Real?
—No, pero mucha gente es igual de malvada. Incluso peor.
—Pues podrías cazarlos a ellos.
—No es que sea tan fácil... y tampoco es que me motive mucho hacer eso.
—Pues no creo que sean más difíciles de tratar que las criaturas que hemos enfrentado.
—No si se hace directamente, pero la mayoría de esos bastardos permanece protegido en sus puestos de poder o en las sombras.
—Algo que tú ya sabes manejar, ¿no es así?
—Sí, pero mi especialidad no es el asesinato, sino más bien, ehhh... la infiltración sigilosa... y el escape oportuno.
—Te falta el proceso del medio, pero sí. Por tus habilidades es que has podido sobrevivir y eres útil al grupo.
—Oh, gracias. Es extraño que me halagues.
—Cierto... Debe ser por estar tanto tiempo inactiva. Movámonos. Veamos si los demás ya terminaron lo suyo para que podamos reanudar la búsqueda.

La cazadora se dirigió junto a Lyndon donde Kormac y Gilgamesh, que seguían en lo suyo.

Alice: Bien, ya terminamos por aquí. ¿Qué tal ustedes?
Gilgamesh: Estoy preparrado desde que salí del monasterrio.
Kormac: Igual yo.
Lyndon: ¿Vienes de un monasterio? Debí figurarme eso por tu comportamiento.
Kormac: Me refiero a que también estoy preparado para enfrentar la oscuridad, truhán.
Gilgamesh: No comiencen a discutirr de nuevo.
Alice: Sí, ya fue suficiente. ¡Natasha! ¡Eirena! ¿Están listas? ¡Ya nos vamos!
Eirena: En un momento.

La hermetista se puso de pie y se acomodó un poco la vestimenta antes de unirse al grupo. Natasha le seguía desde atrás, terminando de cortar los restos de seda rasgados de su armadura.

Eirena: ¡Lista! Podemos irnos ♥
Lyndon: Te ves preciosa, Eirena.
Kormac: Quita tus sucias manos de ella.
Eirena: ¿Por qué dices eso?
Kormac: No confíes en este truhán. Él sólo...
Lyndon: Mira, Kormac. Quizás a tí te parezca, pero no creo que ella esté dispuesta a esperar otro milenio a que te decidas a hablarle.
Eirena: ¿Hablar de qué?
Kormac: Nada, nada.
Alice: Déjalo, Lyndon. No armes más alboroto. Sabes cómo se pone Kormac con ello.
Lyndon: Está bien. Le daré otra oportunidad para que tome la iniciativa.
Natasha: Alice tiene razón. Además, no quieres que ella se ponga celosa, ¿verdad?
Alice: ¿Qué quieres decir?
Natasha: Uh, yo sólo digo que después que Lyndon interviene sueles seguir tú.
Alice: Serás...

El monje dio un movimiento rápido que produjo una fuerte corriente de aire, levantando el polvo del suelo. Todos se quedaron en silencio.

—Continuemos la marrcha.

Los aventureros reiniciaron entonces la caminata, buscando algún indicio que les pueda indicar la ubicación de la cabeza de Kall, aunque no sabían exactamente qué buscar.

Lyndon: ¿Saben? Conocí a una mujer de este oasis.
Alice: ¿Y cómo era ella?
Natasha: ¿Ves que te interesa lo que él hace?
Alice: Cállate.
Lyndon: Ahhh, era muy buena para calmarme la sed.
Eirena: ¿Y eso qué quiere decir?
Alice: Mejor que no lo sepas.
Lyndon: Yo te puedo enseñar, Eirena.
Kormac: ¡Ya déjala, truhán! ¡No permitiré que la perviertas!
Gilgamesh: ¡Suficiente!
Natasha: Ja ja ja. Es divertido verlos discutir.
Lyndon: ¿Es por eso que sueles empezar las peleas?
Natasha: Puede ser.
Un momento de preparación antes de continuar la marcha.



Acto 0: Los comienzos


Acto 1: La Estrella Caída


Acto 2: Mentiras en el Desierto

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Diablo 3 y el mundo de Santuario pertenecen a Blizzard Entertainment. Los personajes son de mi autoría.
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