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Una luz en la oscuridad Cap.65

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En el oasis abundaba la vegetación. Incluso ciertas partes parecían praderas dada la cantidad de hierba que había entre los pequeños manantiales que abundaban por el lugar. No obstante, el acoso de los siervos viperinos de Belial eliminaba cualquier atisbo de tranquilidad que se pudiera desear para disfrutar de ese paisaje paradisíaco. Aunque los aventureros ya los habían divisado a la distancia, se abstuvieron de atacar hasta que las serpientes se acercaron y se volvieron a materializar. Los timadores corcovados que iban en vanguardia fueron duramente castigados por los puñetazos de trueno de Gilgamesh y los golpes de hacha de Kormac. Un par de guerreros viperinos que los flanquearon fueron detenidos por un golpe de daga y un proyectil mágico potenciado. Lyndon y Eirena continuaron lanzando sus proyectiles en tanto las aventureras se concentraban en los demás timadores. Aprovechando el ataque inicial, un grupo de tres magos escamosos se acercó al grupo. Alice les lanzó un par de chakrams gemelos, hiriendo a dos de ellos. Las serpientes rodearon a los héroes y los magos, bajo la protección temporal de los timadores, comenzaron a ejecutar su estraña danza. Chispas brotaron del suelo antes de que conjuraran un campo estático, que afectó a todos los aventureros.

—¿A esto le llaman un ataque? ¡Así es como se conjura verdadera electricidad! —gritó la arcanista, furiosa más por la habilidad de sus oponentes que por el daño que le estaban causando.

El arco eléctrico golpeó a un mago escamoso y saltó hacia los dos timadores que lo defendían, permitiéndole a Kormac golpear más certeramente al ser su oponente distraído por el ataque de Natasha. No obstante, incluso ese arco eléctrico no era lo suficientemente potente.

—¿Qué pasó con tu poder? Estás bajando el nivel —comentó Alice, disparando una boleadora luego de ablandar a su oponente con un par de flechas famélicas.
—¿Ah? Pensé que ustedes también querrían golpear algo, pero si quieres verme realmente en acción...
—Oh, oh —murmuró Lyndon, retrocediendo lentamente mientras disparaba sus saetas.

La arcanista detuvo su arco eléctrico y comenzó a cargar energía en sus manos para liberarla luego como un poderoso torrente arcano, el cual dirigió a los alrededores. Gilgamesh asestó una potente patada de garra de buitre a los timadores con los cuales estaba luchando, destrozándole sus torsos, antes de retroceder arrastrando a Kormac ante el paso del torrente de proyectiles mágicos. Los magos escamosos aguantaron apenas unos momentos antes de ser destrozados por la avalancha de misiles de energía. Los escasos timadores que quedaban trataron de retroceder, mas fueron alcanzados por el torrente igualmente, siendo esparcidos sus pedazos por todo el lugar.

—¡Así es cómo se hace! —exclamó triunfante la taumaturga.
—¡No! ¡El oasis! ¡Estás reduciéndolo aún más! —se lamentó la hermetista.

Con el ataque de Natasha mucha de la hierba había sido quemada y varios helechos habían sido arrancados del suelo, envueltos en llamas violáceas. La arena ahora cubría buena parte de lo que hace unos momentos era una pequeña aunque hermosa pradera, siendo muy notorio el camino que había recorrido el torrente arcano.

Alice: Sí, definitivamente esto es parte de tu estilo de combate.
Natasha: De todos modos hermoso no iba a quedar con los restos de esas serpientes repartidos por todo el lugar.
Gilgamesh: Erra inevitable, supongo. Perro intenta no destrruir el suministrro de agua de Caldeum.
Natasha: Sí, sí, ya sé. Por eso me estaba conteniendo un poco hasta que la chica-flecha empezó a dudar de mi poder.
Lyndon: Mejor no le des más ideas, Alice.
Alice: Lo siento por dar un mísero comentario.
Lyndon: Además, éste debe ser el primer lugar que visitamos y no me parece una morgue... o una fosa común. Preferiría que se mantenga así.
Alice: Ya dije que lo siento. ¿Te vale con eso o quieres algo más?
Lyndon: Bueno, ya que me lo ofreces...
Gilgamesh: Cuida lo que vas a decir a continuación, Lyndon.
Lyndon: (Suspiro) De acuerdo. Con eso me vale, Alice.
Kormac: Eirena, ¿qué querías decir con eso de que Natasha estaba reduciendo aún más el oasis? ¿Ya habías estado acá?
Eirena: Bueno, sí. En mi época. En ese entonces el oasis solía ser mucho más grande. ♥
Alice: Tú también pareces saber algo de este lugar, Kormac.
Kormac: Brasto, un historiador de mi orden, vino una vez aquí. Lo llamó «Un valle fértil de árboles espigados y flores vívidas. Un lugar donde el mal no ha podido arraigarse». Es triste que ya no tenga razón.
Natasha: Pero eso tiene remedio. Nosotros limpiaremos el lugar de estas serpientes.
Lyndon: Y probablemente también desaparezca el oasis junto a ellos.
Natasha: Eh, que no es intencional. Mira, usaré sólo un veinte... no, diez por ciento de mi poder para asegurar que este lugar ni ustedes reciban daño. ¿De acuerdo?
Alice: Con eso no creo que puedas matar ni a un arenuelo.
Natasha: ¿Eso crees? No puedes calcular mi diez por ciento porque no has visto mi cien por ciento. Te lo demostraré con los próximos reptiles idiotas que nos ataquen.
Eirena: No, por favor. Ya no dañes más el oasis.
Natasha: Hmph, supongo que tienes razón. Este mundo no está preparado para sentir todo mi poder.
Alice: Y ahora tendremos que soportar sus delirios de grandeza.
Eirena: Pero al menos más personas podrán disfrutar de este paisaje. Eso es bueno, ¿no?
Gilgamesh: Sólo si la influencia de Belial es eliminada porr completo este lugar serrá segurro.
Eirena: Eso será difícil. Hay huellas de su magia por doquier.
Kormac: ¿Quieres decir que nos estaba esperando?
Lyndon: Bueno, no creo que esos viperinos hayan estado aquí para apreciar el paisaje.
Eirena: Es más cómo... centinelas. Cúmulos de magia que pueden alertarlo de nuestra presencia.
Alice: Si puedes sentirlos, tal vez podamos esquivarlos.
Eirena: No es como si fuera un sólo punto, sino un área. Sería muy complicado.
Natasha: Y mientras vayamos destrozando los siervos que encontremos, si no nos ven a nosotros, verán los restos de sus compañeros.
Lyndon: Y suponiendo que no se comuniquen mentalmente entre ellos.
Gilgamesh: Ya no tiene sentido el ocultarrse. Belial sabe que estamos aquí. No debemos huír de él.
Natasha: Eso me gustó, calvito. Destrozémoslos a todos.
Gilgamesh: Trata a los demás con respeto, ¿quieres?
Natasha: ¿Hm? ¿A qué te refieres?
Gilgamesh: ¡No soy calvo! ¡Sólo me rapo la cabeza!
Lyndon: Jeje, parece que el calvito puede mantener a Natasha a raya.
Gilgamesh: ¡Te oí, Lyndon!
Lyndon: No he dicho nada.

La cazadora no los esperó más y continuó su marcha. No se detendría, por más siervos que Belial enviara. Sin embargo, al menos por una vez disfrutaron de un rato relativamente largo de tranquilidad, sin ser atacados ni emboscados. No obstante, Alice se mantenía atenta a los azores truculentos que sobrevolaban el lugar, dando círculos sobre ellos, pero a demasiada altura como para poder dispararles. Dio una mirada más cuidadosa al cielo y notó que su cuervo también la seguía, aunque volando aún más alto. Se sonrió. Ya hacía un tiempo que no lo veía y pensaba que había buscado su propio rumbo.

Kormac: ¿Sentiste eso? Una brisa fresca en el centro del desierto.
Alice: Sí. No me da buena espina.
Kormac: Este oasis es un lugar muy extraño... ¿Ustedes no sienten lo mismo?
Lyndon: Quizás son más siervos de Belial que se preparan para atacarnos.
Gilgamesh: Sin imporrtar eso debemos perrmanecer siemprre alerrtas.
Lyndon: Eso es muy aburrido. ¿No lo crees, Naty? ¿Eh?

El truhán se quedó mirando a la taumaturga. Una fina capa de agua parecía correr por todo su cuerpo. No podía ser sudor. Si una persona transpirara así quedaría seca en cuestrión de minutos.

Gilgamesh: ¿Te ocurre algo, Natasha?
Natasha: Ah, cierto que no me habías visto así. Es sólo mi armadura gélida, pero más debilitada. No produce hielo, pero en cambio me cubre de una ligera capa de agua. Muy útil para refrecarse en este desierto. ¿Quieres probar?
Gilgamesh: Tanto el calor como el frío son irrelevantes parra mí.
Natasha: Es verdad. ¿Que hay de tí, Eirena? Quizás tu puedas conjurar tu propia... ¿Hm? ¿Qué estás murmurando?
Eirena: Oh, debo practicar mis hechizos para que surtan efecto en plena batalla. ¿De verdad suenan tan extraños?
Natasha: Al menos cuando te están hablando, sí.
Eirena: Perdona. ¿Qué me estabas diciendo?
Natasha: Déjalo. Se ve que estás bien. Ya estás acostumbrada a este calor, ¿no?
Eirena: Bueno, he vivido toda mi vida aquí... aunque en mis tiempos el clima era más fresco.
Natasha: Ya veo.
Alice: ¿Y tú no venías de Caldeum, Natasha? ¿No deberías estar acostumbrada al calor también?
Natasha: Pues sí, pero si puedo refrescarme no veo porque no deba hacerlo.
Alice: Típica respuesta tuya. Entonces, Eirena, ¿has escrito algún hechizo propio?
Eirena: Pues claro. ¿Tú no?
Natasha: ¿Por qué crees que soy tan buena?
Lyndon: Y sí que estás buena...
Alice: Prefiero no hablar de eso.
Natasha: ¿Ah? ¿Tú creando hechizos? ¡Jajajajajaja!
Alice: No fue a eso lo que respondí.
Eirena: Lo siento. No era mi intención molestarte.
Alice: No es tu culpa, sino de este parcito.
Lyndon: ¿Alice como maga? Sería agradable verte usar ropa tan ligera como Natasha...
Natasha: ¡Jajaja! «Soy una cazadora lanzando conjuros con mi ballesta». Jajajaja.
Alice: ¿No era así como estabas cuando Edrig nos estregó las primeras armas?
Natasha: Ja ja ja, sí. No supe qué decirle al pobre Edrig en ese momento.
Eirena: ¿Qué fue lo que sucedió?
Alice: Cuando conocimos al herrero sus habilidades eran algo... ¿Cómo decirlo? Tenía potencial, pero...
Natasha: Dilo claro. Era un completo desastre. ¿Cómo puede crear una varita para Alice y una ballesta para mí? Además, al principio ni siquiera era capaz de reparar los objetos que forjaba.
Kormac: No es honorable hablar mal de una persona cuando no está presente.
Lyndon: Jajaja. Me hubiese gustado estar allí. Hasta hubiese pagado para verlas luchar de ese modo.
Eirena: ¿Y entonces...?
Alice: Simplemente se las devolvimos. No nos servían esas armas. Pero luego comenzó a mejorar y a forjar objetos mejores.
Gilgamesh: Esa es una ventaja de nosotros los monjes. Nuestro cuerrpo...

No alcanzó a terminar de hablar pues tres timadores escamosos salieron del sótano de una pequeña casa construida a la sombra de unas palmeras y se lanzaron al ataque en cuanto vieron al grupo-

—Ya los comenzaba a extrañar —comentó Natasha sonriendo—. ¡Vengan con mami!

Las serpientes se desvanecieron inmediatamente en el aire. A la arcanista no le importó y volvió a canalizar energía mágica a través de su cimitarra. La hoja mantuvo su aura violácea y en cuanto los timadores reaparecieron frente a ella para atacarla, la muchacha conjuró un par de ciclones energéticos. Los fuertes vientos impidieron a las serpientes moverse con normalidad, momento que Alice aprovechó para disparar una boleadora y lanzar varias granadas mientras Gilgamesh los castigaba con su estilo de los cien puños. Los timadores corcovados no pudieron aguantar el castigo combinado y sus cuerpos literalmente fueron hechos pedazos, siendo éstos dispersados por los ciclones.

Natasha: Pobrecitos. Aún no aprenden la lección.
Alice: Los demonios nunca se detendrán hasta que nos hayan dominado o ellos estén muertos. Me encargaré que se cumpla la segunda opción.
Lyndon: Para un lugar tan hermoso hay demasiadas criaturas inmundas alrededor. Bueno, me imagino que por eso viniste aquí. ¿No, Alice?
Alice: ¿Qué?
Lyndon: ¡Bromeo! Bueno... casi siempre. ¿Cuándo tomaste un baño por última vez?
Alice: Tú...

La cazadora disparó un par de flechas famélicas al truhán, pero éste se desvaneció en una nube de humo. Contrario a lo que esperaba, las flechas no fueron capaces de seguirlo una vez desapareció. La muchacha dio un resoplido de decepción y se dio la vuelta.

Alice: En fin. Continuemos.
Eirena: Espera un poco. Entremos allí.
Gilgamesh: No crreo que la cabeza de Kall se encuentre ahí.
Eirena: No, pero, ¿Y si hay refugiados en esa casa?
Alice: No podemos salvarlos a todos.
Eirena: Por favor, te ruego que socorras a todos los pobladores que puedas. Si nosotros no lo hacemos, nadie lo hará.
Kormac: Eirena tiene razón. Nuestra labor es eliminar el mal de esta tierra, pero también proteger a los inocentes.
Lyndon: Tú estarás de acuerdo con cualquier cosa que diga ella.
Natasha: Te apareciste rápido esta ocasión, Lyndon.
Lyndon: No era necesario ocultarme más.
Kormac: Tú no entiendes de qué va nuestra cruzada, truhán. ¡Sólo has venido con nosotros para enriquecerte!
Gilgamesh: ¡Suficiente! Irremos a comprrobar esa vivienda y si hay alguien allí, lo salvarremos.
Eirena: ¡Eso quería oír! Muchas gracias ♥
Lyndon: A tí también te está manipulando, ¿no?
Eirena: ¿Por qué dices eso? Yo no sería capaz de usar mis poderes contra ustedes.
Alice: No le hagas mucho caso o terminarás peleando con él como lo hace Kormac.
Natasha: O como lo haces tú.
Alice: Suelo discutir más contigo.
Natasha: Sí, es cierto.

La cazadora bajó de un salto las escaleras del sótano. Dentro encontró a un poblador aterrorizado en una esquina junto a un grupo de soldados de la guardia imperial golpeando una puerta de madera.

—¡Ayuda! —rogó el poblador desesperado a la cazadora, tomándola de un brazo—. Los guardias imperiales están en mi casa. ¡Evita que tomen lo que está en el cuarto trasero!

La joven lo miró de reojo. Veía la angustia a través de sus ojos. La misma angustia que había sentido ella y muchos otros. El sentimiento de desesperación al no poder hacer nada para evitar lo que sucedería. El capitán de la guardia se volteó al escuchar la súplica y se sorprendió al ver a la cazadora. Al momento, todos los guardias se voltearon y apuntaron sus lanzas hacia ella.

—No te preocupes. Bloquearemos su camino —dijo la hermetista desde atrás.
—¡Ja! Los refugiados se volverán esclavos y tú te volverás un cadáver —masculló el capitán.

En ese momento Kormac entró corriendo al sótano gritando «¡Por la Luz!» y, dando un salto, asestó un duro golpe de hacha contra el escudo del capitán, partiiéndoselo en dos. Los guardias rompieron su ilusión para tomar su verdadera forma, pero entonces dos chakrams volaron a través de ellos, hiriendo a varios. Los guerreros viperinos avanzaron para atacar a la cazadora, pero la detonación de un orbe arcano los detuvo en seco.

—Trata de no echarle abajo la casa al poblador, Natasha.
—¿Ah? ¿Entonces tú no vas a usar tus boleadoras?
—No será necesario.

Eirena entonces los alejó con un empujón enérgico. La cazadora sacó una flecha de una pequeña aljaba que colgaba de su cintura y la puso en su ballesta. Al hacerlo ésta estalló en llamas, a lo que la muchacha jaló del gatillo. El proyectil prácticamente se convirtió en una bola de fuego mientras volaba, causando graves quemaduras al atravesar en medio de los soldados viperinos. «¡Yo también puedo lanzar flechas explosivas!» exclamó el truhán sacando una flecha de uno de los bolsillos de su chaqueta. El disparo potenciado estalló en una pequeña explosión azul, aturdiendo a las serpientes.

—Qué tierno —bromeó Alice—. Un bonito disparo, Lyndon. Se agradece que los dejes a mi merced.

Apenas alcanzó a terminar de hablar cuando Gilgamesh se teletransportó hacia ellos con un puñetazo de trueno, ejecutó un golpe ciclónico para acercar más al grupo de viperinos y luego asestó una poderosa patada de garra de buitre que hizo saltar en llamas los cuerpos de las serpientes, que se azotaron contra las paredes de madera del sótano.

Alice: Creo que no te lo había dicho, Gilgamesh. Pero una cosa que realmente odio es que me arrebaten mis presas.
Gilgamesh: Lo lamento, perro no es mi costumbre darrles siquierra un momento de rrespirro a mis oponentes.
Lyndon: Esta vez estoy de acuerdo con él.
Alice: Tsk.

La cazadora disparó un par de flechas al viperino que se había hecho pasar por capitán. El cuerpo se convulsionó un poco al recibir los disparos, pero luego se fue relajando hasta quedar completamente inmóvil.

—Supongo que tendré que conformarme con esto —murmuró la muchacha, dando un suspiro.
—Hoy han hecho algo muy noble —dijo el poblador, ya más calmado y de una forma humilde—. Déjenme mostrarles por qué esta habitación es tan importante.

El aldeano se dirigió a la puerta de madera y comenzó a destrabarla. La arcanista en tanto se quedó apoyada de espaldas en la puerta de salida.

Natasha: No es mi costumbre molestar, pero tengo dos quejas.
Alice: Por suerte no es costumbre.
Natasha: Primero, me dicen que no utilice mis poderes para no destruir el lugar.
Eirena: Es lo ideal. Los inocentes no tienen que sufrir más de lo que ya lo han hecho.
Natasha: Pero en cambio ustedes terminan prendiéndole fuego.
Lyndon: ¿Ah?

Efectivamente, la flecha elemental de Alice y la patada de garra de buitre de Gilgamesh habían encendido algunas tablas de las paredes y rápidamente el fuego comenzaba a expandirse.

Eirena: Ay, no. Hay que apagarlo cuanto antes.
Lyndon: Eres muy observadora, Eirena.
Alice: Lo reconozco. No estoy acostumbrada a combatir incendios. Cuando llego a un pueblo atacado, ya suele estar hecho cenizas.
Eirena: Pero tampoco podemos dejarlo así.

En ese momento un rayo gélido impactó directo en las llamas. Luego de unos cuantos segundos el fuego había sido controlado y ya sólo quedaba la escarcha cubriendo las tablas.

Lyndon: Buen movimiento, Naty.
Natasha: Ya te dije que no me llames así.
Alice: Entonces aparte de hacerte notar, ¿querías algo más con tu discurso?
Natasha: No. Sólo mostrar mi molestia con que traten de contenerme cuando ustedes no lo hacen.
Gilgamesh: Eso no suena prropio de tí.
Eirena: ¿Y cuál era tu segunda queja?
Natasha: Que tendría que hacer de bombero apagando el incendio que ustedes crearon.
Lyndon: Bien, bravo y eso. Ahora vámonos.

El truhán se dirigió hacia la puerta de salida, pero los demás se acercaron donde el poblador.

Alice: Sentimos las molestias.
Poblador: Está bien. Nos salvaron y eso es lo importante. Supuse que si pudieron contra los guardias, un pequeño fuego no les sería problema.
Alice: Ah, sí... ¿Nos?

El aldeano abrió la puerta y los aventureros se sorprendieron al ver a varias familias de refugiados, temerosas de su destino. Hombres, mujeres, niños, escondiéndose de los esbirros de Belial, apretados contra varios sacos de provisiones, rezando por no ser capturados.

—Los guardias imperiales intentaron capturar a los refugiados —continuó el poblador, con un dejo de tristeza—. No supe qué hacer.
—Hiciste lo correcto. Eso es lo que importa ♥ —trató de animarlo Eirena.
—No soy el guerrero que fue mi padre... Tomen lo que necesiten de sus arcones.
—No tienes que pedirlo dos veces —dijo el truhán, volviendo rápidamente.

Los refugiados se alegraron al ver a los aventureros en vez de a la Guardia Imperial. Y al ver los cadáveres de las serpientes estallaron de alegría, agradeciéndoles el haberlos salvado. Lyndon se acercó a saludar y recibir los agradecimientos para luego comenzar a registrar los baúles. No obstante, la mirada severa del monje le hizo dar a entender que no tomara las monedas y se las dejara a los aldeanos.

Kormac: Bien, la Luz ha triunfado una vez más y hemos podido salvar a esta gente.
Eirena: ¿Pero los esbirros de Belial no podrían venir de nuevo?
Natasha: ¿Con la zurra que les hemos dado? No creo que sean tan estúpidos.
Alice: Es probable, pero aún tenemos que conseguir la cabeza de Kall. Y eso es prioridad. En marcha.
Las batallas continúan en el oasis.



Acto 0: Los comienzos


Acto 1: La Estrella Caída


Acto 2: Mentiras en el Desierto

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