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Una luz en la oscuridad Cap.60

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—¡Aj, qué peste! —exclamó el truhán—. No eres tú, Natasha, ¿o sí? Es claro que no soy yo...

La muchacha, furiosa, lanzó un orbe arcano hacia el suelo, bañando a los demás con el agua que corría por la cloaca.

—¡Contrólate de una maldita vez! —vociferó Alice al tiempo que disparaba un tiro enredante a la arcanista.

La taumaturga cortó el hilo con su cimitarra, pero antes de que lanzara otro conjuro Gilgamesh la tomó de la muñeca.

Gilgamesh: Es suficiente, Natasha. Tu actitud sólo nos traerrá prroblemas.
Kormac: Estamos todos en esto. Date cuenta de eso.
Lyndon. Así es. Ahora estamos todos cubiertos de esta mugre.
Kormac: Me refería a que no podemos seguir peleando entre nosotros.
Eirena: Vamos, amiga. No me gusta verte así.
Natasha: Tsh.
Alice: Lo único que te pedimos es que te tranquilices, o al menos usa ese odio contra los enemigos. No contra nosotros.

Al notar menos tensión, el monje soltó el brazo de la arcanista, quien se lo frotó. Luego dio un resoplido y se mantuvo en silencio. Los demas dejaron salir un suspiro y se dirigieron donde Leah, quien los esperaba un poco más adelante.
Como era de esperarse, las cloacas de Caldeum no eran un lugar propicio para estar mucho tiempo. El hedor proveniente de las aguas y el moho adherido a las paredes de piedra hacían difícil incluso el respirar. Sin embargo, a pesar de ello Leah mantenía un buen ánimo. Estaba hasta casi extasiada.

—¡Encontré a mi madre, Adria! —exclamó luego de dar una rápida mirada alrededor suyo—. Está viva, pero la Guardia Imperial la tiene prisionera aquí, en algún lugar.

La noticia fue una sorpresa para todos, excepto Gilgamesh, quien no conocía el pasado de la muchacha. No esperaban que esa fuera la razón porque Leah quería traerlos hasta las cloacas. Pensaban en un principio se trataba de algo como una ruta secreta hacia el Palacio o alguna información nueva sobre Belial... o la ubicación de un tesoro, como tenía la esperanza Lyndon, pero comprendían bien el porqué de su interés en estos momentos. Leah no era la misma desde la muerte de Cain y desde entonces no había vuelto a sonreir. Ahora, con la esperanza de encontrar a su madre, a quien daba por muerta, había conseguido ánimos renovados.

—La encontraremos —aseguró la cazadora—. Ahora guíanos.
—Gracias, en verdad.

El grupo comenzó su andadura por las fétidas cloacas. Aún a pesar de su función, o quizás precisamente por ello, a este lugar le faltaba mantención. El suelo de piedra se encontraba bastante agrietado y varias partes prácticamente estaban bajo el nivel de las aguas servidas. El techo se veía algo debilitado y, aunque las paredes parecían estar en relativo buen estado, su construcción no había sido la adecuada.

—Entonces Maghda no mentía. De alguna forma, yo sabía que mi madre estaba viva... Siempre lo supe.
—Debes ser cuidadosa, Leah —advirtió el monje—. Tu madrre podrría tener sus rrazones para ocultarrte tal hecho.

La muchacha quedó pensativa un momento, pero no contestó nada. No sabía exactamente como reaccionar cuando la volviera a ver, pero la alegría que sentía superaba a la duda que ella y los demás tenían sobre su madre.
Al poco de avanzar se encontraron con una división triiple en el camino. Leah quedó observando las opciones por unos instantes.

—Aquí abajo hay un verdadero laberinto, ¿no? —inquirió el templario.
—Debe ser así —afirmó Alice—. A fin de cuentas, Caldeum es bastante grande. ¿Tú qué opinas, Natasha? Estuviste durante tu niñez acá.

La arcanista no andaba de humor para hablar y simplemente miró hacia otro lado.

—¿Aún molesta por lo de tu ropa?
—Tan sólo dame algo que destrozar.
—Supongo que eso es una mejora. ¿Por dónde es, Leah?
—Hmmm, por aquí.

Apenas la muchacha dio un par de pasos, unos ruidos se escucharon desde las profundidades de uno de los desagües. Poco después surgieron numerosos penitentes, criaturas necróticas que se movían con agilidad casi sobrehumana. Por su forma parecían haber sido humanos alguna vez, pero ahora eran tan voraces como los necrófagos y mucho más rápidos. Los primeros fueron impactados por las flechas famélicas candentes de Alice, pero muchos otros comenzaron a aparecer escalando los múltiples desagues que había alrededor. Gilgamesh se teletransportó con un puñetazo de trueno hasta los que intentaron flanquearlos para luego combatirlos con su estilo de ola incapacitante. Leah por su parte comenzó a disparar flechas a enemigos aleatorios. Venían de tantas partes que buscaba detener la mayor cantidad posible. No obstante, uno consiguió esquivar las flechas de la cazadora y saltó sobre Leah. Lyndon cargó una flecha especial y lanzó un ataque potenciado contra el necrótico. La flecha explotó al impactar, deteniéndolo en el aire y dejándolo aturdido al caer. Un empujón enérgico instantes después lo alejó de la muchacha junto a otro penitente que venía por el mismo camino. Kormac cargó hacia el frente, embistiendo a dos necróticos, arrastrándolos hasta estrellarlos contra un muro, rompiendo unas cuantas vasijas. De éstas emergieron varios enjambres de insectos aguijoneantes. Éstos se dirigieron contra el grupo en tanto el templario comenzaba a asestar un aluvión de golpes de hacha a los muertos vivientes que había arrinconado. Natasha se mantuvo en silencio con los ojos cerrados acariciando con una mano la hoja de su cimitarra. Lentamente la hoja se fue cubriendo de poder arcano. En cuanto consiguió reunir suficiente energía abrió los ojos, encontrándose de frente con los enjambres de insectos. Soltó un chillido agudo al tiempo que saltaba hacia atrás y conjuraba un ciclón energético. Los vientos arremolinados de energía caótica desintegraron a los pequeños bichos en instantes. Avergonzada y furiosa por el susto recibido, comenzó a lanzar proyectiles arcanos potentes a cuanto penitente veía. El poder canalizado previamente en la hoja le confería mayor potencia a sus conjuros, aumentado el daño infligido. Gilgamesh ya había eliminado un par de enemigos, pero, estando éstos en el suelo, repentinamente comenzaron a convulsionarse y momentos después estallaron. El monje retrocedió un poco por la fuerza de las dos explosiones, momento en que los otros penitentes saltaron sobre él. Gilgamesh entonces pareció desaparecer dada su velocidad, dejándose ver por tan sólo un instante cuando lanzaba un puñetazo. Luego de siete golpes reapareció en medio de los no muertos y ejecutó un azote de talón, arrojándolos contra las paredes.
Alice notó que Kormac aún no sabía del ataque póstumo de los enemigos, pues no se alejó al derrotar al primer penitente. Le gritó para avisarle, pero el templario prácticamente no la oyó, enfrascado como estaba en el combate. Tan sólo al caer el último se percató de que su anterior enemigo se estaba convulsionando y apenas alcanzó a poner su escudo delante. La explosión lo hizo retroceder, apartando el brazo que sostenía el escudo. Ya del segundo estallido se pudo proteger mejor, arrodillándose tras la protección de su escudo de hoja.

—El mal nos acecha en cada oscuro rincón —dijo Eirena, con algo de preocupación.
—Descuida, querida mía. Estoy aquí para protegerte.
—¿Cuándo conjuró Embelezar sobre ti, Lyndon? —dijo Natasha, riendo.
—Veo que erres morrdaz nuevamente. Me alegrro que estés de buen humor —ironizó el monje.
—No estoy feliz. Tan sólo animada porque podré desahogarme con todos esos insectos que nos vengan a atacar.
—Pensé preferirías eliminar a los penitentes ♥ —sugirió la hermetista.
—Para mí no hay diferencia. Todos son insectos para mí.
—Pero parece que algunos te asustan más que otros... —murmuró el truhán.
—Hablando de eso, aquí vienen más... —avisó Alice, cargando sus lanzadoras de cuero.

Unas esbeltas figuras transparentes se podían distinguir vagamente acercándose al grupo. Todos se prepararon para recibirlos. La cimitarra de Natasha aumentó su brillo y, con un rápido movimiento de muñeca, la muchacha conjuró un orbe arcano contra las figuras en cuanto éstas estuvieron al frente. Los guerreros viperinos se aparecieron para atacar, pero la explosión mágica detuvo su embestida. Kormac, quien había perdido parcialmente el equilibrio por la detonación, lo recuperó rápidamente y cargó contra los siervos de Belial. Dos magos serpentinos aparecieron a los costados, pero fueron recibidos por los proyectiles de Leah, Lyndon y Eirena el uno y el disparo rápido de Alice el otro. Gilgamesh golpeó duramente a un guerrero viperino que se apareció a sus espaldas y lo mantuvo prácticamente inmovilizado con su veloz estilo de los cien puños. La miríada de golpes que lanzaba impedía a su oponente hacer el menor movimiento. La arcanista, en tanto, lanzó varios proyectiles arcanos potenciados a los guerreros que aparecieron inicialmente, pero dado que un par de ellos golpearon la espalda del templario, prefirió acercarse más y conjurar varios filos espectrales delante de él. Entre éstos y los golpes de hacha de Kormac los guerreros viperinos fueron aniquilados. Alice acabó rápidamente con el mago al que disparaba y luego lanzó una daga al que atacaban los otros seguidores para rematarlo. Gilgamesh, con un poderoso puñetazo de trueno que destrozó a su oponente, hizo notar que también había terminado su parte.

Alice: No se están esforzando mucho en detenernos.
Gilgamesh: Parrecierra tan sólo buscan rretrrasarrnos.
Leah: Puede que Belial no sepa donde estamos y sólo nos topamos con sus exploradores.
Alice: Es posible. Prefiere mandar a sus esbirros como sacrificio con tal de ubicarnos.
Natasha: Mejor, tengo ganas de aplastar serpientes.
Lyndon: Tú siempre tienes ganas de romper cosas.
Natasha: Una chica también tiene derecho a relajarse.
Alice: Pues parece que estás permanentemente estresada.
Natasha: Considerando la situación actual...
Kormac: No... puedo... contener... más... el aliento.
Leah: ¿Desde cuándo lo estabas aguantando?
Lyndon: Y eso que no has estado en una cueva de ladrones.
Kormac: ¿Cómo pueden... seguir respirando... con este hedor?
Lyndon: Estoy acostumbrado.
Leah: Haré lo que sea por volver a encontrarme con mi madre.
Gilgamesh: Mi mente me mantiene enfocado en lo verrdaderramente imporrtante.
Natasha: No te muevas mucho para no necesitar tanto aire.
Alice: Respiros cortos. Es más efectivo que aguantar la respiración.
Eirena: Perdona, estaba distraída. ¿Decían algo?
Kormac: Con una respuesta... me bastaba.

La arcanista entonces se acercó al truhán, quien desde hace un rato se encontraba registrando los cadáveres en busca de algo de valor. Mientras trataba de evitar que se llevara todo reparó en un pequeño pergamino que traía encima uno de los magos.

—Hmmm, ¿qué tenemos acá? «Mis espléndidos sirvientes. No maten a la bruja hasta que hable. El dolor le soltará la lengua, pero sólo hasta cierto punto. ¿Recuerdan lo que sucedió con el asistente del visir? Fue muy placentero, debo confesarlo, pero al final sólo largaba balbuceos sin sentido e hilos de pus sanguinolento. Belial».
—¡Debemos apresurarnos! —exclamó Leah—. No podemos dejar a mi madre con esos monstruos un minuto más.
—Estoy de acuerdo —dijo la cazadora—. Leah, guíanos.

La muchacha corrió en vanguardia, deteniéndose en las intersecciones unos momentos antes de decidir la ruta a tomar. Aunque, por más que Leah quisiera ir a toda prisa, los insectos aguijoneantes y las emboscadas de los viperinos los obligaban a detenerse unos momentos para enfrentarlos. La ventaja de los sucesivos ataques era que los aventureros se hacían cada vez más eficientes en enfrentarlos. En cuanto un enjambre o varios aparecía, Natasha conjuraba un ciclón enérgico en medio para destrozarlos. En el caso de los serpentinos, ya podían verlos con claridad, aún a pesar de la penumbra, por lo que los despachaban como a los demás, con un ataque conjunto y contundente.

—Veamos... —rompió el silencio Lyndon de repente— ¿Tienes hermanas, Gilgamesh? ¿Amantes? ¿Compañeras atractivas?
—No.
—No te enojes. Estoy tratando de conocerte un poco mejor.
—Clarro que no.
—Está bien.

La arcanista echó a reir ante el fiasco del truhán. Éste se mantuvo en silencio, disparando sus saetas a los magos viperinos que aparecieron de improviso. Los puñetazos de Gilgamesh y las flechas famélicas de Alice acabaron rápidamente con ellos.

Natasha: ¿Y qué hay de tí? ¿Tienes otros familiares, Lyndon?
Lyndon: ¿Por qué quieres saberlo? ¿Te interesa mi hermano?
Natasha: Ja ja ja. No soy como tú. Es sólo curiosidad.
Eirena: Yo también soy curiosa. Cuéntanos, ¿sí? ♥
Lyndon: Mi hermano y yo éramos huérfanos. No teníamos a nadie más.
Alice: Hasta tú cedes ante una petición de Eirena, ¿no?
Lyndon: ¿Celosa? Descuida, Alicita. Tú tienes un lugar especial en mi corazón.
Alice: Ni lo sueñes.
Gilgamesh: ¿También es ladrón?
Lyndon: No. Pertenecía a la guardia de la ciudad.
Gilgamesh: Eso es extraño.
Natasha: Sí, ya me imagino los problemas que debiste darle.
Lyndon: No tantos como podrías pensar. Hasta que terminó, claro.
Alice: ¿A qué te refieres?
Lyndon: Prefiero no hablar de ello.
Eirena: ¿Por favor? ♪
Lyndon: Contigo haré una excepción. Pero te lo contaré a solas.
Kormac: ¡No confíes en él! Sólo quiere satisfacer sus deseos depravados.
Lyndon: ¿De qué hablas? Sólo es algo muy importante para mí, y no quiero que todos se enteren.
Alice: Eso no va a resultar, Lyndon.
Leah: Deja tus ligues para otra ocasión. ¡Debemos salvar a mi madre!
Lyndon: De acuerdo, de acuerdo.

Entonces sintieron un crujido en el techo. Momentos después, una reja de metal se desprendió y desde arriba comenzaron a caer varios guerreros esqueléticos. Kormac embistió a uno con su escudo en plena caída mientras Gilgamesh enfrentaba a otro con sus puñetazos de trueno. Al aumentar rápidamente la cantidad de enemigos, Alice disparó un par de boleadoras a la masa ósea, gritando a los demás que se alejen. La explosión destrozó a varios de los enemigos y, antes de que los restantes se lanzaran al ataque, un par de orbes arcanos hizo explosión entre ellos. Los trozos de hueso saltaron como proyectiles por todos lados. Un par hirió a Leah, pero la chica siguió disparando saetas a los escasos esqueletos supervivientes. Estaban en eso cuando, de una baja alcantarilla, aparecieron numerosas anguilas eléctricas. Varias comenzaron a subir por las piernas de la arcanista, quien estaba lanzando proyectiles mágicos a los esqueletos restantes. La muchacha, al sentir esa textura fría y viscosa, dio un chillido a lo cual las anguilas respondieron con un choque de electricidad. Natasha quedó paralizada un momento, pero luego, producto de una mezcla de asco y furia, lanzó desde sus dedos un arco de electricidad hacia los peces. No fue la mejor idea ya que, estando en el agua, la fuerte descarga electrocutó también a todos los aventureros junto a las anguilas. Sin embargo, por orgullo, la arcanista no quiso perder ante ellos y continuó conjurando su arco eléctrico hasta que la cazadora le dio un golpe en la nuca con la culata de su ballesta. La taumaturga quedó aturdida, por lo que no ofreció resistencia cuando Alice la tomó del hombro para arrojarla hacia atrás y así poder lanzar varias granadas en la ubicación de los peces eléctricos. Natasha cayó de espaldas en las sucias aguas, lo que la despertó a medias. Aún tenía enredadas un par de anguilas, a las que tomó y arrojó lejos por instinto para luego, ya más consciente de lo que hacía, conjurar filos espectrales sobre ellas hasta que redujo a guijarros el suelo en donde cayeron.
En tanto los demás, ya recuperados, se encargaron de los últimos esqueletos. Kormac y Gilgamesh los mantuvieron a raya mientras los otros héroes estuvieron aturdidos, quedando tan sólo unos pocos para cuando el resto se recobró del choque eléctrico. Los esqueletos restantes fueron destrozados en segundos luego de eso.

Alice: Recuerda que no estás sola en esto, Natasha. No dañes a los demás con tus ataques.
Natasha: Me pillaron de sorpresa. Fue una reacción inconsciente.
Eirena: Pero trata de controlarte. Eso realmente dolió. ¿A tí no?
Natasha: Sí, pero lo resistí. Debo ser capaz de aguantar mi propio poder. Es difícil, considerando mi ilimitado potencial, pero tengo el talento para lograrlo.
Lyndon: Pero igual quedaste inconsciente cuando Alice te golpeó.
Natasha: No quedé in... ¡¿Fuiste tú, chica-flecha?!
Alice: No querías parar, así que tuve que detenerte yo.
Natasha: Ese es el problema de ir con gente débil. Kormac y Gilgamesh siguieron luchando a pesar de todo y nunca se quejaron.
Eirena: Bueno, eso sí fue admirable ♪
Kormac: La voluntad de un templario nos permitirá continuar nuestra misión, sin importar las dificultades.
Gilgamesh: Nuestrro entrrenamiento nos perrmite ignorrar el dolor y continuar sirrviendo a nuestrra causa.
Natasha: ¿Ven? Deberían ser como ellos.
Gilgamesh: ¡Perro es inaceptable que hierras a tus aliados!
Natasha: Ehh, ¿perro?
Leah: Vale, ya entendió. Ahora continuemos.

Los aventureros avanzaron a través de las laberínticas cloacas, eliminando a su paso a los soldados viperinos de Belial, los penitentes y enjambres que se aparecían ocasionalmente. Leah avanzaba a buen ritmo, decidiendo rápido el camino entre tantas intersecciones.

Alice: Realmente conoces bien este sitio.
Leah: Como les dije antes, recorrí todo Caldeum cuando pequeña. Lo conozco bien. Como decía el filósofo Kadús «Si de veras procuras llegar al meollo de una ciudad, no busques más que la condición de su infraestructura».
Gilgamesh: ¿Entonces Caldeum se fundó sobre mugrre y podrredumbrre?
Leah: Sí. Y edificada sobre secretos.
Eirena: Hablando de secretos, ¿dónde tienen a tu madre?
Leah: No lo sé con exactitud.
Lyndon: ¿Entonces eso quiere decir que estamos perdidos y dando vueltas en círculo?
Leah: No. Sé de varios lugares donde puede estar. No son muchos.
Alice: Porque no querrían interrogar a alguien en medio de una cloaca, ¿no?
Leah: Exacto.
Lyndon: Bueno, eso me deja algo más tranquilo.

Estaban en eso cuando desde las alcantarillas laterales surgieron numerosos demonios pequeños, como crías. Estos arenuelos corrían velozmente y se lanzaron al ataque en desorden. Kormac golpeó con el escudo a uno, pero otro saltó sobre él, arañándole la cabeza. Con la hoja de su hacha de batalla lo lanzó a tierra para darle un golpe, pero entonces otro demonio lo mordió en una pierna. Dos se lanzaron contra la arcanista, pero ésta conjuró una armadura glacial sobre ella para evitarse los reclamos de sus compañeros por daño aliado. Los arenuelos quedaron casi congelados. No quietos, pero sí suficientemente ralentizados para que la taumaturga los despachara sin problemas usando sus filos espectrales. Alice disparó a quemarropa a uno que le saltó encima, retrocediendo con una voltereta. Ya alejada del grupo y viendo que varios demonios decidieron atacarla, la muchacha lanzó una espiral de cuchillas, empalando a sus pequeños oponentes. Sólo un par murió, pero el resto pronto le seguiría al desabrochar Alice dos chakrams menores y comenzar a lanzar cortes con ellos. Gilgamesh no tuvo problemas para esquivar la emboscada, castigando a las criaturas con sendos puñetazos que lanzaba a la velocidad del relámpago, golpeándolas en pleno vuelo.
Aún estaban enfrentando a los arenuelos cuando Leah avisó de que se acercaban soldados viperinos. Su camuflaje ya poco importaba, pues igualmente eran descubiertos antes de ponerse en posición, por lo que deshicieron la ilusión y cargaron contra el grupo. Kormac se lanzó al mismo tiempo contra ellos, embistiendo a uno con su escudo mientras los otros dos avanzaban por los flancos. Natasha lanzó un arco eléctrico sobre una de las serpientes, pero la descarga que le llegó a través del agua la hizo cambiar de opinión y decició continuar lanzando proyectiles mágicos potenciados. El guerrero viperino recibió un par de impactos en su escudo, pero consiguió acercarse a la taumaturga, aunque sólo para quedar en medio de un ciclón energético. Casi desde la inconsciencia lanzó un ataque con su lanza que impactó en una hombrera de la arcanista, rasgando parte de la seda que la adornaba. Ante esto Natasha no se contuvo y conjuró una potente onda expansiva que lanzó a la sierpe contra el muro, siendo clavada ahí por su propia lanza. Los arenuelos fueron destrozados mientras que los aventureros cercanos fueron derribados, excepto Gilgamesh, quien consiguió mantenerse en su sitio. El otro guerrero viperino se lanzó sobre Leah, pero un empujón enérgico de Eirena primero y un disparo potenciado de Lyndon después lo mantuvieron a distancia el tiempo suficiente para que, junto a Leah, lo acribillaran a proyectiles. Kormac aún luchaba contra el viperino restante, pero un potente golpe del monje en la columna de la sierpe le dio al templario la oportunidad para que decapitara a su oponente con un golpe seco de su hacha de combate.

—Pues eso estuvo bien —comentó el truhán.
—Tengo hambre —se quejó Eirena luego—. ¿Tienen algo de pan laraas y vino dulce?

Los demás la quedaron mirando con extrañeza. A juzgar por su mirada inocente, realmente hablaba en serio.

—No —contestó finalmente el monje—. Estuve ayunando en mi viaje hasta aquí.
—¿En verdad este hedor te permite sentir hambre? —la cuestionó burlona Natasha.
—Bueno, tenía que preguntar.

Continuaron avanzando, sufriendo al poco de andar otra emboscada de arenuelos. No obstante, antes de que se dispersaran, Gilgamesh giró rápidamente sobre sí, atrayendo a los pequeños demonios por el vacío formado para luego ejecutar un golpe ciclónico, mandándolos a volar, en pedazos algunos. Los pocos supervivientes fueron rápidamente eliminados por las flechas de Leah y Lyndon y la carga de Kormac.
Poco después vieron venir a un grupo de magos serpentinos, camuflados bajo su ilusión de «invisibilidad». Natasha corrió inmediatamente hacia ellos, conjurando una armadura glacial sobre sí. Los viperinos, al verla acercarse, rompieron su ilusión y se prepararon para conjurar un campo estático. La muchacha tan sólo se sonrió y dio un salto para al caer conjurar una onda impactante con tal fuerza que prácticamente despellejó a las sierpes. Aturdidas y heridas por la descarga, apenas reaccionaron cuando los demás aventureros cargaron contra ellos para terminarlos.

—¿Cómo puede hacer aún más calor aquí abajo? —se quejó esta vez Kormac— ¡Odio este lugar!
—¿Quizás sea porque estás muy cerca de Eirena? —sugirió Lyndon.
—¿Qué quieres decir? —preguntó la aludida.
—No me refiero a eso, truhán... No soy como tú, ¿Cuántas veces tengo que decírtelo?
—Si no lo eres, ¿cómo entendiste perfectamente mi pregunta?
—Porque... Arghh, ¿En qué otra cosa podría estar pensando alguien como tú?
—Aquí lo importante es lo que tú estás pensando.
—Tampoco es eso. Lo que dije es que hace un calor infernal. Hasta la ciudad era mejor que esto...
—Pues a mí no me parece tan mal.
—¿Y eso por qué? —preguntó Natasha.
—Muchos tesoros caen por el desagüe... ¡Y llegan a mi bolsillo!
—Suponía se trrataba algo de eso... —murmuró Gilgamesh.

Al poco de avanzar una reja del techo nuevamente se desprendió. Sin embargo, antes siquiera cayera, la arcanista lanzó un orbe arcano hacia arriba, impactando éste a un par de esqueletos que se habían dejado caer. La detonación hizo que lloviera infinidad de fragmentos óseos. Eirena siguió su ejemplo y conjuró un empujón enérgico, impidiendo que los demás esqueletos llegaran al suelo. Alice disparó un par de boleadoras al tiempo que Natasha lanzaba otro orbe arcano. No obstante, en ese momento la cazadora sintió movimientos en el agua bajo sus pies y se dio cuenta de que varias anguilas habían aparecido desde algún agujero cercano. Kormac y Gilgamesh, quienes aún no podían atacar dada la altura a la que estaban los oponentes, comenzaron a eliminar los peces eléctricos en tanto la cazadora dejaba caer varias granadas y avisaba a los demás que se alejaran. Las sucesivas explosiones hicieron saltar el agua, permitiendo ver por unos momentos el fondo de la cloaca. Por la interrupción tres esqueletos consiguieron tocar tierra, aunque no sin antes haber recibido cierto daño. Un ciclón energético conjurado en su posición sumado al ataque conjunto de la cazadora, Leah, Eirena y Lyndon se encargaron de terminarlos mientras Kormac daba caza a las escasas anguilas que habían conseguido escapar de los vórtices que creaba el monje con su velocidad.
Ya con la amenaza eliminada, Leah apresuró el paso. Parecía más ansiosa a medida que avanzaba. De hecho, al llegar a una intersección la muchacha echó a correr a todo dar. Los demás aventureros la siguieron un tanto preocupados por su repentino ímpetu, pero al llegar a un acceso a las profundidades se tranquilizaron al confirmar lo que pensaban.

—¡Adria debería estar aquí! ¡Vamos! —exclamó emocionada la muchacha.
—¡Es la primera vez que una muchacha quiere presentarme a su madre! —comentó Lyndon.

La cazadora le dio un golpecito en la cabeza con la culata de una de sus lanzadoras de cuero por su impertinencia.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Eirena.
—Puedo sentirlo... de alguna forma.

La joven se descolgó, dejándose caer por el agujero, ignorando la escalera. Al tocar suelo vio, con una mezcla de alegría y horror, que su madre efectivamente se encontraba allí, mas estaba siendo torturada por los siervos de Belial. El que parecía ser el líder era un mago escamoso que lanzaba arcos eléctricos a la bruja para intentar romper su voluntad de resistir.

—¡Háblanos de la Piedra Esencial Negra! —vociferaba—. Había tres que los Horadrim usaron para capturar a los Males Supremos... ¿Para qué sirve esta otra?
—Tu amo... Belial... tiene buena razón para temerle —murmuró la agotada Adria.
—¡Déjenla en paz! —grito Leah al tiempo que corría hacia ellos disparando saetas.

El torturador iba a dar la orden de capturar a los intrusos, pero en ese momento una lluvia de proyectiles mágicos cayó sobre él. Los guardias viperinos desaparecieron bajo su ilusión de invisibilidad y avanzaron para flanquear a los aventureros. Alice dispuso un par de trampas de abrojos a los costados antes de comenzar a disparar flechas enredantes con su arco largo en un intento de retener a las serpientes. El líder detuvo su sesión de tortura para lanzarse al ataque igualmente, ignorando el dolor que le producía el torrente de proyectiles arcanos. Gilgamesh entonces, sin importarle los proyectiles de su compañera, se teletransportó donde el torturador con un puñetazo de trueno para luego utilizar su camino de los cien puños. Natasha detuvo el torrente y conjuró en cambio un rayo gélido sobre el líder. El estallido níveo lo ralentizó considerablemente, haciéndole prácticamente imposible realizar respuesta alguna contra el ataque del monje. Entonces dos guardias pisaron las trampas que había dispuesto la cazadora, siendo en ese momento atacados por Kormac y Lyndon uno y Eirena y Alice el otro. Leah continuró avanzando, disparando flechas contra Goz'turr el Torturador cuando de improviso los otros dos guardias se aparecieron al costado de Natasha. La taumaturga detuvo el rayo y los dos soldados atacaron, mas las hojas de sus lanzas rebotaron contra la piel diamantina que recubrió a la arcanista. Intentaron golpearla nuevamente, pero al hacerlo una nube de aire helado los cubrió, congelándolos momentáneamente. Entonces Natasha comenzó a acumular poder arcano dentro de ella. Se mantuvo quieta durante unos momentos, pero eso fue suficiente para que el torturador, usando su ilusión de invisibilidad, se liberara de la lluvia de puñetazos del monje y llegara al frente de la muchacha. Ésta lo sintió y liberó de golpe toda la energía acumulada. La detonación mandó a volar a los guardias viperinos que estaban a su costado, hiriéndolos gravemente. El torturador en cambio, aún siendo su piel desgarrada por la potencia del ataque, consiguió mantenerse en el lugar y levantó sus brazos para conjurar un campo estático. Mareada por el esfuerzo hecho, la arcanista apenas pudo retroceder un par de pasos de forma tambaleante. En ese momento Gilgamesh la tomó de un hombro y la apartó, recibiendo el choque eléctrico. Juntando sus palmas, el monje hizo caer un haz de luz sobre el mago serpentino. Desde lejos aquella luz asemejaba una enorme campana dorada. La serpiente, aturdida, no pudo evitar el impacto consiguiente producido por el monje al golpear la campana de luz. El torturador salió despedido hacia atrás, arrastrándose varios metros en el suelo. Trató de levantarse, pero un par de flechas provenientes del arco de Leah y un arco eléctrico conjurado por la aún debilitada arcanista terminaron con el líder. Los guardias viperinos restantes se levantaron para contraatacar, pero un par de dagas se clavaron en sus frentes, eliminándolos instantáneamente.
Leah, con un par de lágrimas luchando por brotar de sus ojos, se acercó donde su madre, quien comenzaba a levantarse.

—Leah, hija mía...
—¿Sabes quién soy?
—Pequeña, velé por ti toda tu vida... pero nunca tuve el valor de acercarme porque los peligros me han acechado siempre.
—No es momento de recordar el pasado —interrumpió la arcanista, algo molesta por el estado en que se encontraba.
—Es verdad. No hablemos aquí. No es seguro —asintió Alice.

Madre e hija se miraron y asintieron con la cabeza. Entonces ambas, juntando sus palmas, abrieron un par de portales frente a ellas. Se miraron una vez más antes de cruzarlo. Los demás se quedaron en silencio unos momentos.

Lyndon: ¿Como es que todos últimamente pueden invocar esos portales? ¡Yo también quiero aprender a hacerlo!
Eirena: Pues yo tampoco puedo.
Kormac: ¿Por qué ahora te interesa aprender magia?
Lyndon: ¿No lo ves? Una habilidad así es utilísima. ¡Imagínalo! ¡Podría entrar en cualquier mansión o palacio y salir de ahí sin problemas!
Kormac: ¡Tú no cambias nada!
Alice: ¿Y qué esperabas? ¡Ya, vámonos! Nosotros los llevamos.
Una noticia inesperada.



Acto 0: Los comienzos


Acto 1: La Estrella Caída


Acto 2: Mentiras en el Desierto

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