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Una luz en la oscuridad Cap.42

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—No puede ser... —murmuró Natasha al cruzar el umbral.
—Pues parece que así es —contestó el truhán.
—¡¿Tenemos que seguir recorriendo más salas?!
—Pues... las Salas de la Agonía tenían varias plantas —aclaró Alice—. No nos queda más remedio que continuar.
—¡Así es! —interrumpió Kormac, animado—. ¡No importa si son diez o mil niveles los que hay que bajar! ¡Llegaremos al final y rescataremos a ese hombre!
—A este paso, lo único que recuperaremos serán sus huesos —le susurró Lyndon a la arcanista.
—Estoy de acuerdo. Espero que al menos agradezca cuando liberemos su alma...

Al poco de avanzar fueron atacados por un grupo de cultistas, pero éstos fueron eliminados por tan sólo una boleadora de la cazadora. Ya algo más motivados por la aparición de enemigos en los cuales descargar la frustración, el grupo de aventureros fue revisando las salas. La impaciencia de Natasha la hacía lanzar conjuros potentes para acabar más rápido. Los fanáticos no tenían oportunidad ni de acercarse al ser golpeados por las enormes esferas de poder arcano, cuya detonación los lanzaba por los aires y azotaba contra las paredes y jaulas de hierro, matándolos en el acto. Alice, más metódica, pero no por ello menos letal, no necesitaba de tanta parafernalia. Con su arco largo disparaba flechas famélicas que, aunque en ocasiones no mataran de un golpe, al atravesar a su oponente podían dañar a otros o, por su poder imbuído, volver y asestar un nuevo impacto en su objetivo. Ocasionalmente, para enemigos algo más resistentes como los vesánicos, utilizaba las dagas untadas en veneno. Kormac en tanto cargaba, pero sólo contra los enemigos más duros. Para los demás no alcanzaba ni a tomar carrera. Lyndon disparaba sus saetas, aunque más se concentraba en buscar riquezas a su alrededor que en eliminar oponentes, aunque ni falta hacía que se esforzara en luchar, dado el desempeño de las muchachas.
Al voltear la esquina de uno de los pasillos hallaron un grupo de cinco invocadores de pie dispuestos en círculo alrededor de una especie de portal, suministrándole poder oscuro. Un par de vesánicos oscuros se interpusieron y atacaron a los aventureros. El templario detuvo con su escudo al primero mientras la cazadora los ralentizó con un tiro enredante. Natasha lanzó un orbe arcano, cuya explosión los detuvo y sacó de balance a Kormac. Alice entonces desabrochó el chakram de su espalda y con él ejecutó un mandoble, hiriendo en el pecho a ambos demonios. Un par de saetas de Lyndon y una certera estocada de Kormac acabaron con el primero mientras el otro cayó por el estallido potente de un proyectil mágico. El templario iba a cargar contra los invocadores, pero Natasha lo detuvo tomándolo del hombro.

—¿Por qué me detienes?
—Tengo curiosidad de saber qué es lo que van a invocar.
—Un demonio, por supuesto —masculló la cazadora.
—Sí, ¿pero de qué tipo? Están tardando mucho.
—Uno grande. Es más seguro eliminarlos ya.
—Espera. Ya casi...

En efecto, el portal negro-anaranjado se agrandó de golpe y un par de garras surgieron del vórtice de energía demoníaca. Luego siguió una cabeza cuasi-esquelética hasta que el demonio emergió por completo y el portal se deshizo.

—¡¿Un erebión?! ¿Toda esa espera por un mísero erebión? —exclamó Natasha, desilusionada—. Encárguense ustedes. Esto es decepcionante.

El erebión oscuro pareció enfurecerse con la muchacha por mirarlo a menos y corrió hacia ella. La cazadora disparó una boleadora que se enredó en el abdomen del demonio y al saltar fue detenido por el escudo de Kormac. Una explosión y los restos del erebión volando por doquier justificaron la decepción de la arcanista. Asustados, los invocadores se apresuraron a conjurar otro portal, pero entonces notaron que la taumaturga estaba en medio de ellos. Ésta liberó de golpe una nova gélida, congelándolos en su sitio.

—Ahora se puede decir que quedaron literalmente congelados de miedo —rió Natasha.
—¿No hubiese sido mejor usar tu onda expansiva en este caso? —le cuestionó su compañera.
—Es para tu entrenamiento —respondió sonriente—. Vamos, trata de acabarlos de un golpe. Ya te digo que están suficientemente alejados unos de otros para usar una boleadora.

La cazadora dio un suspiro y se metió las manos en unas bolsas que colgaban de su cinturón para luego lanzar una serie de granadas que rodaron a los pies de los cultistas congelados. Las numerosas explosiones los hicieron saltar en pedazos, excepto a uno que quedó entero, pero se azotó contra el techo y una pared antes de caer.

—Ahí está, ¿feliz?
—No estuvo mal, pero si les agregaras más explosivos...
—Pesarían más, no tendrían tanto alcance y el rebote sería más inestable. No, gracias.

La cazadora continuó su camino, pasando al lado de la arcanista que quedó algo contrariada por lo que dijo su compañera, pero al final ésta le quitó importancia y se reunió con el grupo.
Siguieron avanzando eliminando a los cultistas y muertos vivos que encontraban. En un par de ocasiones Natasha fue sorprendida por un grupo de torsos zombis que salíeron arrastrándose de lo que parecía ser un sumidero. La primera vez, por la impresión, la arcanista los repelió con un orbe arcano, pero la detonación la alcanzó a ella y a su grupo, haciéndolos perder el equilibrio e incluso llegando a derribar a Lyndon. Para la segunda vez utilizó proyectiles mágicos, aunque se vio obligada a lanzar su versión triple, más débil, pero necesaria para enfrentarlos a todos rápidamente.
Desde una de las intersecciones de los pasillos el truhán vio un gran cofre resplandeciente de madera. «¡Tesoro!» exclamó, dirigiéndose hacia el enorme baúl. Aunque Kormac insistió en seguir sin él, las muchachas prefirieron asegurarse que no se metiera en líos. Lyndon examinaba el cofre cuidadosamente, en busca de trampas. Alice se sorprendió que para esto fuera tan meticuloso. Miró enderredor y no vio a ningún enemigo. El truhán entonces sacó sus ganzúas y comenzó a forzar la cerradura. En ese momento una voz se escuchó desde dentro de una doncella de hierro.

—¿Así que piensas llevarte mi tesoro? No saldrás de esta habitación.
—¿Y a quién se le ocurre vivir dentro de una doncella de hierro?
—Con toda la locura que hemos presenciado, la verdad que casi no me extraña.

La prisión de madera se abrió y de ella salió un zombi putrefacto, que por algún motivo aún conservaba una parte de inteligencia y de capacidad de movimiento. Atacó directamente a Lyndon, pero éste esquivó el golpe y retrocedió disparando flechas. Dada la cercanía, Alice le asestó un par de puñaladas con ácido antes que Natasha le estampara en la cara tres proyectiles mágicos potentes que lo hicieron retroceder hasta la doncella de hierro. Kormac entonces lo embistió con su escudo, metiéndolo de vuelta en su prisión. El templario alcanzó apenas a darle una estocada antes que la arcanista cerrara la puerta de una patada para luego sellarla con su rayo gélido. Desde dentro se sentían los golpes y maldiciones que lanzaba el zombi. Natasha le hizo una seña a Lyndon para que continuara forzando la cerradura.

—¿Qué quieres hacer con él? —preguntó Alice.
—Eso estoy pensando. Hay tantas posibilidades...
—Debe ser eliminado —sugirió el templario—. Es un ser de la oscuridad. Nada bueno saldrá de él si lo dejamos con vida.
—Por ahora veamos qué es lo que tiene ese cofre.

Por fin Lyndon lo abrió y Alice lo alejó de inmediato del baúl. Dentro se hallaban varias armas, de las cuales sólo les servían una ballesta pesada, la cual dieron al truhán, un bracamante, que Natasha recibió con felicidad para cambiar su ya gastada espada larga y una hacha de batalla con la que Kormac reemplazó su lanza. Alice quedó algo decepcionada de no encontrar nada para ella, a pesar que fue su idea entregar la ballesta a Lyndon, pero en el fondo del cofre encontró una capa elaborada, la cual le brindaba mayor protección que la que llevaba.
Antes que pudieran repartir el oro que había dentro, la prisión del zombi literalmente explotó y éste, luego de lanzar un aullido, avanzó hacia los aventureros. No dio más de dos pasos antes de ser eliminado por una daga en su frente y la explosión de un orbe arcano, que lo enviaron de vuelta a los restos de la doncella de hierro.

—Enfrenté pruebas más difíciles, maligno.

Sin embargo, con el aullido, numerosos zombis infernales salieron de entre las llamas de los hornos que se encontraban en las paredes. Rápidamente el templario cargó hacia uno de los crematorios y mantuvo a raya a los muertos ardientes a golpes de hacha. Desde sus posiciones, los demás lanzaron flechas y bolas de energía a los zombis de los otros hornos. Pronto la amenaza fue controlada, pero en eso Natasha reparó en uno de los fogones más alejados. Un zombi infernal había quedado rezagado y solitario levantaba su brazo hacia las muchachas.

—Mira, parece que ese está saludando —lo señaló riendo la arcanista.
—Está pidiendo que acaben con su agonía —supuso el templario.
—Creo que quiere algo con ustedes, chicas. —dijo Lyndon—. Las está señalando específicamente a ustedes.

Alice dio un golpe en la cabeza al truhán en tanto Natasha le lanzó un proyectil mágico potente al muerto viviente, eliminándolo instantáneamente. Sin decir nada, la cazadora dividió el oro y continuaron revisando los pasillos.

Ya más resueltas, las muchachas comenzaron a acabar con toda hostilidad rápidamente. Natasha abría las puertas de madera destrozándolas con un proyectil mágico y las de metal reventando la cerradura con uno potenciado. Eso hasta que en una de las salas hallaron a tres cultistas dispuestos en triángulo que sostenían un bastón que golpeaban suavemente contra el suelo. Alice notó unas púas que tenían clavadas en la espalda y recordó al cultista que hallaron en la escalera del palacete de Leoric. Disparó varias saetas que perforaron a los fanáticos, pero sólo uno de ellos alcanzó a caer muerto antes de terminar la transformación. Sus túnicas se rasgaron ante el crecimiento explosivo de sus brazos, especialmente el derecho. Con sus rostros ahora demoníacos observaron con malicia a los aventureros antes de lanzarse raudos hacia ellos. Natasha conjuró un orbe arcano, pero ni siquiera su detonación fue capaz de detenerlos. Kormac se interpuso en su camino y apenas resistió la embestida de ambos siervos impíos. Un par de golpes más de sus monstruosos brazos consiguieron derribarlo a pesar de la protección de su escudo. En eso, un torrente de flechas en llamas los impactó. Envueltos en fuego, los siervos ahora tenían un aspecto aún más demoníaco, cosa que no intimidó a la arcanista quien conjuró numerosos filos espectrales antes de alejarse y comenzar a electrocutarlos desde la distancia. Los siervos impíos entonces dirigieron sus ataques hacia ella, pero la taumaturga liberó una onda expansiva que los hizo retroceder, al igual que a sus compañeros. Alice dio una voltereta hacia atrás aprovechando el impulso antes de aterrizar y empalar a sus oponentes con dos dagas. Entonces una lluvia de proyectiles arcanos cayó sobre ellos. La suma de las innumerables explosiones mágicas con la quemadura ácida de las dagas logró que los cuerpos de los cultistas no aguantaran más la transformación y literalmente estallaran, dejando un torso esquelético como única parte identificable.

—Es triste ver como sacrifican su alma por poder —suspiró Kormac—. No entiendo porqué deciden hacer eso.
—Para muchos, la búsqueda de poder tiene una alta importancia —contestó la arcanista.
—No te vaya a pasar lo mismo a tí —advirtió su compañera.
—Yo soy distinta. Ellos ansían el poder. Yo nací con él.
—Pero ten cuidado de no reventar como ellos —añadió el truhán.
—El poder es parte de mí. Sé hasta donde llegar.
—Pues a veces no pareciera...
—¿Quieres probar?
—Silencio —interrumpió Alice—. Encontré la salida.

Efectivamente, tras cruzar una puerta de madera encontraron un amplio pasillo en que al final había una escalera que llevaba un nivel más abajo.

—¿Por qué estás tan segura de que ésta es la última planta? —preguntó Lyndon.

La cazadora se quedó callada unos momentos antes de dirigirse hacia la arcanista.

—¿Puedes sentirlo, no?
—Sí, desde aquí percibo el torrente de magia oscura con que atormentan al forastero. No resistirá mucho más.
—¿De verdad quieres bajar ahí? —preguntó el truhán.
—Sí, ¿por qué? ¿Tienes miedo?
—No, no. Me preguntaba porqué tardabas tanto en continuar.

Alice se sonrió ante la respuesta y luego hizo una seña con la mano a los demás.

—Asegúrense de estar listos antes de continuar. No sabemos qué nos espera allí abajo.
—La gloria de haber purificado este lugar —exclamó el templario.
—Sí, salí durante un tiempo con una muchacha que se llamaba Gloria —interrumpió el truhán—. En las noches sabía hacerle honor a su nombre.
—Raro que no pienses en tesoros, Lyndon.
—¿Quién dijo que no? Generalmente con uno viene lo otro.
—Si ya terminaron de charlar, ¿podemos partir?
—Claro, claro. Cuando digas.

La cazadora dio un suspiro e hizo una revisión rápida de las bolsas de su cinturón. Ya sabía el estado de sus armas, el cual no era el mejor, pero confiaba en que resistirían. Observó el lugar en busca de trampas y luego avanzó, seguida de los demás.
La búsqueda llevará un tiempo más, muy a pesar de la impaciencia de la arcanista.


Acto 0: Los comienzos


Acto 1: La Estrella Caída

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Acto 2: Mentiras en el Desierto




Diablo 3 y el mundo de Santuario pertenecen a Blizzard Entertainment. Los personajes son de mi autoría.
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