A fallout story Pt.42

Volvimos a la entrada de la cueva. Abrimos la puerta de madera y avanzamos sigilosamente. El lugar estaba parcialmente iluminado, por lo que nos movimos con cautela. Al final del camino había una especie de barricada junto con una señal de Alto.





Avanzamos un poco más y una voz salió desde la barricada.

—¡Un paso más y te vuelo la puta cabeza!

Era un niño armado con un rifle y con uniforme estilo militar. A pesar de su edad parecía estar hablando en serio.





—Tranquilidad, eh —le dije suavemente, tratando de calmarlo—. Vengo en son de paz.
—Tú eres grande y yo no tengo amigos grandes. Deberías irte por donde has venido.
—¿Quién eres?
—Soy MacCready. Dirijo Little Lamplight, porque me nombraron alcalde. Y no me gustan los extranjeros, ni los frijoles.
—En serio, tengo que llegar al Refugio 87. ¿Conoces el camino?
—No te conviene ir allí. Hay monstruos. Se nos da bastante bien ahuyentarlos. Seguro que tú no lo harías tan bien.
—Seguro. Prefiero eliminarlos. En todo caso, ¿qué monstruos?
—Los grandes, ya sabes, los que tienen pinta de gente normal pero que no lo son.
—Entonces, ¿sabes cómo llegar allí?
—Sí. A través de Little Lamplight, pero aquí no podrás entrar. Será mejor que encuentres otro camino, frijol.
—Sólo quiero ir al Refugio. De ahí no me verás más.
—¡Ni de coña! ¡Los frijoles no pueden entrar!

Miré a otro lado para aguantar la rabia. La actitud de este pendejo me estaba hartando. Le di una mirada a Cross. Parecía un poco más tranquila... aunque ella no tenía que llevar a cabo las conversaciones.

—¿Qué puedo hacer para que confíes en mí?
—¿Y por qué iba a confiar en tí? No tengo ninguna razón para hacerlo. Los frijoles no traéis más que problemas. No voy a permitir que le pase a nadie más lo que les ha pasado a Sammy y a Ardilla.
—¿Y qué les ha pasado a esos dos?
—Han atrapado a Pe y los demás... Los tienen frijoles como tú. Negreros de Paradise Falls. Les dije que tuvieran cuidado, pero no me escucharon.
—¿Y si ayudo a Sammy y al resto? ¿Confiarás en mí?
—¿Harías eso? Quizá... Si los traes, puede que te deje entrar.
—Bien, me voy.
—Vale. ¡Y no vuelvas!

Ya molesto, dejé caer una granada sin su seguro mientras salía del lugar. Rodó por el camino y explotó cerca del portón de madera. No recibió daño alguno.

—Ya me suponía —me dije, con un resoplido de decepción—. Otro de esos materiales indestructibles afectados por la radiacion.
—¿Crees que fue buena idea hacer eso? Quizás luego no quiera permitirnos la entrada, aunque liberemos a sus compañeros.
—Si es el caso no tengo problemas en traer el Gordo y barrer con bombas nucleares este lugar hasta que podamos pasar. Esta situación me está hartando.
—Ese muro parecía resistente. No estoy segura que puedas abrir una entrada así.

Cross tenía razón. La extraña resistencia de la mayoría de los materiales de aquí me ponía enfermo. Lo único que parecía recibir efectos de proyectiles eran los seres vivos... y los robóticos.

—Como sea, tenemos que rescatar a sus amigos. De lo contrario no podremos entrar al refugio.

Salimos de la caverna y nos dirigimos al noreste. Al poco de salir nos topamos con un mutascorpius que no aguantó ni cinco segundos el fuego del rifle de plasma. Nuestra siguiente víctima animal fue un yao guai que no estaba de buen humor. Un par de martillazos y unos cuantos disparos de plasma y fue asunto terminado. Seguimos avanzando por el camino, ya oscuro, y vimos a lo lejos a un par de supermutantes, uno de ellos un Bruto. Le apunté con mi magnum y le di tres tiros antes de que se aproximara demasiado para seguir disparando. Entonces cambié mi arma por el rifle de plasma. El bruto sólo tenía un supertrineo, por lo que esprintó hacia mí, acercándose rápidamente. Un par de descargas después ya estaba demasiado cerca y tuve que cambiar a la escopeta de combate. Mientras tanto Cross le azotaba la espalda con su propio supertrineo. Conseguimos hacer que cayera pasados unos segundos, pero entonces recibí el ataque del otro supermutante, el cual sólo estaba armado con un palo con clavos. Alcanzó a darme un par de golpes antes que las continuas descargas de mi arma acabaran con su mutante vida.





Seguimos avanzando por el camino y vimos otro letrero gigante con propaganda sobre el Enclave. Por lo visto, o la toma del purificador fue el primer paso para una campaña de invasión, o sólo fue un extra. Sea como fuere, era de esperar que los encontraríamos donde sea que fuéramos. Aunque eso me suponía un suministro de servoarmaduras y munición, igual resultaba molesto para la consecución de nuestras misiones.
Ya amanecía cuando pasamos cerca de un lugar que el pipboy reconoció como el Camping de Everglow. Di una mirada hacia allá y vi la cabeza de una saqueadora. Por desgracia, mi compañera de armas también la vio y empezó a dispararle sin más. Solté un suspiro y comprobé la munición de mi subametralladora. A la primera saqueadora se le unieron dos más y Cross cargó contra ellas con su supertrineo en alto. Como todas tenían armas de melé, pues decidieron atacar a la Paladín, quien se encontraba más cerca. Yo, cómodamente, comencé a dispararles a distancia con mi arma. Su rápida cadencia de tiro causó estragos en sus cuerpos y rápidamente cayeron una a una.





Revisamos el lugar. Parecía refugio de supermutantes por la cantidad de vigas dobladas como empalizada. Y en efecto, al poco de avanzar, encontré el cadáver desmembrado de un supermutante. Me sorprendió las saqueadoras hayan podido quitarle el terreno a estos gigantones.
Revisé algunas de las casas rodantes y encontré bastante alimento. Estaba recogiendo los víveres cuando escuché algunos tiros y la voz de Cross pidiendo apoyo. Salí del vehículo y la vi enfrentándose a martillazos contra dos saqueadores armados con subametralladoras. Di un paso en su dirección para ayudarla, pero la explosión de un misil me detuvo. Al otro lado habían dos brutos supermutantes: Uno armado con un lanzamisiles mientras el otro no cesaba de disparar con un rifle de asalto. Rápidamente saqué mi rifle Xuanlong y, esquivando otro misil que pasó cerca de mi cabeza, corrí hacia el supermutante mientras le disparaba en modo automático. El dolor le impidió cargar otro proyectil y terminó cayendo muerto antes que pudiera disparar otra vez. No obstante, las continuas ráfagas del otro supermutante me estaban aturdiendo, así que inmediatamente comenzé a responder el fuego. Desgraciadamente, sólo salieron cuatro balas antes de que se me acabara el cargador. Guardé el arma mientras esprintaba hacia él y, estando más cerca, cambié a la escopeta de combate. De cuatro sendas descargas lo despaché. Miré a Cross y aún seguía luchando contra los saqueadores, por lo que me acerqué por el flanco de uno de ellos y apreté el gatillo dos veces. No fue necesario más. Mientras, mi compañera ya había acabado con su oponente. Recogí las armas y la munición y reiniciamos nuestra marcha.
Aunque el camino se curvaba, pude ver que en la dirección hacia donde se encontraba Paradise Fall había otro campamento del Enclave.





Ya se estaba haciendo molesto el tener que esquivarlos, pero no había alternativa si queríamos mantener ocultos nuestros movimientos, así que nos internamos en el bosque. Ya dentro, nos topamos con un mutascorpius gigante y uno normal. Como siempre, encontraban más apetitosa a Cross e iban a por ella, lo que me daba tiempo para hervirles el costado con mi rifle de plasma.





Hacíamos un buen equipo, ya que los bichos no duraban mucho y el daño que causaban era mínimo gracias a nuestra protección. Recogí sus glándulas y salimos del bosque.
Bajando el cerro había un campamento de casuchas. Estaba habitado por necrófagos, que resultaron ser hostiles. Cross no tuvo miramiento para eliminarlos, aunque a mí me causaban algo de lástima. Por esta vez no quise disparar, aunque ni falta hacía ya que mi compañera los eliminaba con un sólo golpe de su supertrineo. Por mientras, decidí entrar a una de las casuchas. Para mi sorpresa, dentro hallé una gran cantidad de esqueletos.





De utilidad, hallamos un rifle láser, una escopeta de combate y tres cajas con munición, además de una mini bomba atómica. En otra casucha encontré un sigilante. No era mucho, pero supuse estaba bien, aunque me causaba extrañeza encontrar estas cosas en un campamento de necrófagos salvajes. Quizás pertenecían a los habitantes anteriores de este lugar.
Al salir de la casucha un torrente de lasers nos recibió: Un robot centinela había llegado al lugar. Rápidamente corrí alrededor de él hasta que tuve acceso a su panel, donde lo desconecté antes que causara más daño.
Ya más aliviado, revisé la otra casucha. Pero, aparte de un necrófago que cayó bajo el poder de la escopeta de combate, sólo hallamos un esqueleto en una tina junto a un tostador. No sé si habrá sido un asesinato o un suicidio, pero ese tema se lo dejaré al CSI.





Sin nada más que hacer ahí, salimos de la casucha y continuamos la marcha.
Ya anochecía y pasamos cerca de los restos de una casa de madera. Pronto recibimos el ataque de un mutascorpius gigante, que apenas alcanzó a atacar a Cross un par de veces antes de caer ante nuestra contraofensiva. Sin embargo, el ruido de los disparos alertó a dos yao guai que andaban cerca, los cuales decidieron embestirme. Comencé a retroceder mientras le disparaba con el Xuanlong. Tras los sucesivos impactos en la cabeza, el primer yao guai cayó. El segundo no duró mucho más entre los martillazos de Cross y mis balazos.





Ya estabamos cerca del río. Afortunadamente había un paso cercano casi seco, por lo que nos dirigimos hacia allá. Al llegar a la orilla me pareció ver una gran cantidad de piedras redondas, que al observarlas más detenidamente me di cuenta que en realidad eran huevos. «Hombres pinza» me dije. Efectivamente, saliendo de un rincón hizo su aparición un Cazador de hombres pinza (que en mi opinión debería llamarse Hombre Pinza Cazador, pero bueno...) y cargó contra Cross. Ya sabía de primera mano la dureza de su caparazón, por lo que cambié mi arma a la escopeta de combate y me acerqué lo más que pude antes de iniciar mis descargas sobre su cabeza. A pesar de recibir varios impactos se resistía a caer. No recordaba que los hombres pinza de Rivet City fueran así de duros. De todos modos, aunque tomó su tiempo y Cross resultó herida, el cangrejo cayó.





Sin embargo, antes de poder siquiera recuperar el aliento, dos yao guai salieron desde la orilla donde veníamos y atacaron a mi compañera. Ya estaba bastante molesto con la fauna local, por lo que les empecé a disparar prácticamente a quemarropa en sus costados. El otro oso me dio un empujón y entre los dos continuaron atacando a la Paladín, que retrocedió hasta el río. Con el golpe no recordaba a cual yao guai estaba disparando, así que empecé a repartir tiros entre los dos. En momentos como este me irritaba el retardo para disparar entre una descarga y otra, pero de igual forma ambos cadáveres de yao guai terminaron flotando en el río.





Recogí un par de filetes de cada uno y reanudamos la marcha, previa inyección de un estimulante por parte de Cross.
Vimos unos edificios a lo lejos y nos acercamos. Según la información del pipboy era la Estación Seneca noroeste. No era mucho más que una estación de metro con unos cuantos edificios alrededor.
Aún estábamos inspeccionando el lugar cuando se escuchó una explosión enorme relativamente cerca.

—Eso debió ser la explosión de un auto. Cross, mantente alerta... ¿Cross?

Pensé que estaba detrás de mí, pero no se veía por ninguna parte.

—Fuiste tú quién produjo la explosión, ¿no? ¿Ahora que estás haciendo? —murmuré al viento mientras volvía sobre mis pasos.

No fue difícil encontrar el auto destruido. Una fogata de esas en plena noche se ve a lo lejos. Me acerqué al vehículo en llamas y un poco más adelante estaba luchando la Paladín. Corrí hacia ella y vi que su oponente era un cerebrobot. Saqué la escopeta de combate y de un tiro le destruí el domo que tenía por cabeza.





—Vamos, Cross. Me dices que me apure para hacer la misión y luego sales persiguiendo un robotito.
—Era una amenaza. Tenía que ser eliminado.
—Vale, vale. Volvamos a la estación. Tenemos que seguir nuestro camino.

Apenas llegamos a la estación de metro nos sorprendieron tres mercenarios Talon. Realmente me pillaron de sorpresa. Hacía tanto que no me encontraba con uno de estos grupos que ya prácticamente los había olvidado. Lo otro que me extrañó es que dos de ellos sólo tenían armas de melé. Tal vez la competencia con el Enclave les pasó la cuenta... o quizás les quité demasiadas armas a todos los que ya había eliminado. Como sea, mi escopeta de combate tuvo más trabajo. Disparé continuamente contra ellos, que para variar sólo atacaban a mi compañera. Resultó algo decepcionante, pero cayeron más rápido que los yao guai. No obstante, el otro mercenario estaba armado con un rifle de asalto y decidió vérselas conmigo. Aprovechando la resistencia de mi servoarmadura, tan sólo corrí hacia él mientras sus balas me rebotaban. En cuanto estuve a la distancia apropiada apunté a su cabeza y jalé el gatillo de mi escopeta de combate un par de veces. El pobre cayó de espaldas, inerte. Recogí las armas y la munición restante.




 
Caminamos durante varias horas sin encontrar más oponentes. Ya amanecía cuando vimos un centinela y dos protectron. Cross ya se había habituado a mi estrategia... y yo un poco al ímpetu de ella. Esta vez decidió atacar a los protectron y recibir los disparos del centinela, mientras yo corría a su lado y lo desactivaba. Luego de eso saqué mi Xuanlong y acabé con el segundo protectron. Al llegar al borde de una pequeña meseta pudimos ver una especie de centro comercial en ruinas, con una estatua de un niño o algo parecido en el medio.





Al fin habíamos llegado. Paradise Falls.